RIGOR MORTIS

superstición es como saber el truco que usa un centinela perdido en el desierto para burlar
espejismos. La mujer ofrece revelar de la audiencia sus escocidos secretos. Nada grande,
solo algo augural y tolerable por cada persona. Al principio nadie se atreve a preguntar,
pero finalmente, una adorable joven al lado de Luis “matador” Hernández y que desea
permanecer en el anonimato, se dirige a la pitonisa. Ella anuncia: “Mis periodos son muy
dolorosos, ¿Hay algo que pueda usted hacer al respecto?”. Los asistentes se petrifican con
la pregunta, algunos esquivan su brindis por vergüenza, pero cuando presto atención a
quien formuló la demanda y miro que se trata de la misma soberana de carnaval con quién
sostuve amoríos durante mis vacaciones en Huatulco ocho meses antes, yo sonreí. La niña
es capaz de decir cualquier cosa. Aunque Madame Gutalca no consideraba fuera de lugar su
achaque y enseguida realiza un trabajo de concentración. Ella acusa con los ojos cerrados:
“Tu hermana tiene los mejores trabajos, pero la más próspera eres tú”. Después, tiempo
después, le repite, siempre extendiendo los brazos hacia la joven. “Tu hermana tiene los
hijos del matrimonio, pero tú eres la madona”. En ambos casos tenía razón, desde luego,
pero qué manera tan rara de preferir. La principal amante suelta una exclamación de alivio
y se encamina ligera hacia la casa, presumiblemente al baño. Nadie de los presentes dudaba
que Madame Gutalca terminó por arreglar sus entrañas a modo de quitar el dolor. Otra voz
se levanta sobre el vértigo de los peinados sucesivos. El tono seco, viejo, conmovedor del
caballero reclama: “He soñado con Frida Kahlo. Yo estaba entre el público de un concurso
televisivo a principios de los ochenta y un mago con bigote y acento francés me ponía unas
gafas con las que veía al resto de la gente desnuda. Pero me he despertado con las gafas
puestas, descubro que mi secretaria ha perdido gran parte de su vello púbico con la edad, y
escucho constantemente las carcajadas de Frida por detrás”. Madame Gutalca mueve la
cabeza de un lado a otro y hace una lenta imposición de manos. En el acto, cada folículo de
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