RIGOR MORTIS

devolver ha sido un desmadre. De pronto pensó que el pordiosero hasta le iba a morder el
muslo, dado que llevaba un diente de oro que también se quería venir hacia él. El pobre
hombre ha perdido los nervios y la gente que pasa ya mira esa escena muy mal. Pero bueno,
ahora es imán. Luego será gravedad. Al final, campo unificado de la vergüenza.
-Oye, un desconocido me ha pedido un autógrafo. Al decirle que no soy un famoso,
me ha insistido que le añadiera una frase cariñosa junto a mi firma y no supe qué poner.
Hemos estado un rato a la sombra, intentando componer una frase célebre para dedicar su
homenaje. Así que le he pedido que me contara algo sobre su vida, pero se ha indignado
conmigo por mi atrevimiento, me ha llamado cretino, y yo he aprovechado para amenazarlo
con tomarlo de los pelos y arrojarlo contra la ventana de la tienda de libros. Perdón por mi
franqueza.
La librería de referencia era la Librería de Cristal.
El hombre borroso surge desentendido durante la doble noche. Todo queda parado.
Como si empezara una sensación de completa intimidad en el episodio callejero que
alguien ha convertido en postal. De pronto, le damos a pegar un sello y lo hemos enviado a
otro lugar. La luz se centra en la lista de libros en exhibición detrás del aparador de la
tienda. Hay ocho pilas de libros en el arco de yeso. Cada columna apoya el libro muestra,
cual nota al pie en un solar alfabeto. La torre de papel. Los títulos notables son Veronika
decide morir de Paul Coelho, Vivir para contarla de Gabriel García Marquez, Fallaste
Corazón de Germán Dehesa, La Casa de los Espíritus de Isabel Allende, El sastre de
Panamá de John Le Carre, Las reinas de Polanco de Guadalupe Loeza, Los grandes Discos
del Rock 1951-1975 de José Agustín, ¡Tú eres un buen chico, Charlie Brown! de Charles
M. Schulz. La hormiga equivocada camina al interior de la librería.
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