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diferencia que existe entre una mala mirada y los alfileres es sencillísima. Era preferible no<br />
haber preguntado nada.<br />
sangre?<br />
buena paga.<br />
La cara de Gabriel Fuster se sonroja.<br />
-Me está mirando las piernas, señor Fuster –dice la doctora, con algo de deleite.<br />
-Oh, lo siento, Doctora Struldbrugg, pensaba en lo que dijo. ¿Es posible entonces?<br />
-Por supuesto, tiene un precio.<br />
-¿La pérdida de mi alma? ¿Mi destino comprometido bajo un contrato firmado con<br />
-No, el diez por ciento de su inspiración<br />
-No tengo idea de cuanto pueda ser eso<br />
-El pago es diferido. Yo acostumbro esperar eso. Todos mis pacientes han sido<br />
-¿Pacientes? ¿Quiere decir que ya ha llevado a cabo este tratamiento antes?<br />
-Trato sólo con gente VIP. La confidencialidad, por supuesto, es un imperativo.<br />
Gabriel se queda pensando. El término Imperativo era tan inadecuado como el de<br />
belleza. El había llegado al consultorio de la Doctora Struldbrugg en un acto de<br />
desesperación. El libro en venta lo convirtió en uno de los mejores divulgadores de su<br />
tiempo, pero ¿qué pasaba con los siguientes tiempos? Por culpa de la risa que se<br />
combustiona en un respiro, los poderes creados por la actividad literaria escapan totalmente<br />
a los mismos literatos. Ella tenía que ser la respuesta a su pesadilla.<br />
Aunque puesto en tres palabras, no sonaba tan desesperado.<br />
Gabriel Fuster quería lograr la inmortalidad por el simple hecho de no morir.<br />
-Señor Fuster.<br />
Gabriel nota que se ha quedado viéndole las piernas de nueva cuenta.<br />
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