RIGOR MORTIS

CAPITULO V
¿Me preguntas si la he vuelto a ver, después del viaje al centro de la tierra? Gabriel,
impaciente escucha, la veo todo el tiempo. Repito la expedición punitiva con la mínima
proyección astral. La puedo ver claramente. Mi Agnes, tan fabulosa. Ella navega a
considerable velocidad en una balsa de troncos, en un mar que abunda la pesca mesozoica,
con las velas raídas por el grave viento que desata el fenómeno eléctrico que ocurre como
tormenta en esa región subterránea. Unos remolinos en el agua denuncian el peligro en sus
capas inferiores. Vira el timón cuando emerge el leviatán. Ella lleva en la mano una
cimitarra y sus terribles ojos verdes no pierden detalle de su presa. Pero la presa también
tiene una conducta depredadora y busca devorarla, derrotarla, capturarla y llevar a cabo un
festín con su deliciosa carne. Ambas figuras pasan raudas de largo. Las primeras
dentelladas han quedado impresas en el duro metal del sable. No consigo apartar los ojos
del filo mellado, roído. La bestia queda herida de muerte en el segundo duelo. Un ojo es
removido en la batalla. Yo pienso que es maravilloso verla con un parche sobre su rostro.
En el hospital que compartimos junto a Phileas Fogg, hasta me permite ver dentro del
cuenco vacío y me demuestra cómo se respira a través del hoyo donde el ojo ocupaba el
lugar. El tamaño del ojo desprendido no difiere mucho de la cabeza de un fistol. La esquirla
con el brillo ciclópeo de la esmeralda y la mujer. Muy vistoso en mi corbata, ¿verdad? Oh,
Agnes. Por supuesto que la veo todo el tiempo...y estoy recordando todo a sabiendas que
nada fue realidad. ¿Qué no te habría parecido demasiado poco? Un prendedor no sirve de
evidencia y lo soñado y lo vivido son intercambiables e igualmente falsos. Ahora, ¿Podrías
colocar esa botella de Cointreau en su lugar y despedirte? Voy a subir a mi recámara y
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