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RIGOR MORTIS

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libros era superior a los libros para iluminar y prácticamente arrebatados del infierno. Sus<br />

borradores llegaron a subastarse en bazares culturales. Una admiradora le susurró al oído<br />

que ella “prefería comprar al autor” y pagó con doblones. Las ideas suyas se estibaban en<br />

cajas, tan pesadas como si contuvieran su cuerpo. El tomaba la palabra en toda reunión y no<br />

había suplemento periodístico que no incluyera sus notas cada fin de semana. El estaba por<br />

cumplir los 27 años.<br />

En el mes de agosto, un lunes por la noche, el 15, para ser exacto, a las nueve con<br />

diez minutos, para ser tedioso, Gabriel Fuster se secó. Sí, así de simple y directo y<br />

terrible...se secó. El escribió su última original palabra de su última original idea para los<br />

lectores y todo acabó. Colocó una nueva hoja en el rodillo y abruptamente se encontró a sí<br />

mismo falto del mínimo tilde para una empezar una nueva historia. Las horas continuaron<br />

hasta el amanecer y Gabriel Fuster se encontró desgajado como el tacto de la piedra. Por<br />

primera vez en su vida, el mágico don de engrapar palabras para ahorrar al lector el<br />

problema de vivir estaba perdido. El don para aventurarse donde el lector no se atrevía<br />

entrar por su cuenta o espiar donde cerraría los ojos, estaba embotado. Ya no tenía ideas<br />

para dar. No más extrañas fábulas para descansar su trayectoria en los oídos de los<br />

creyentes. No mas flores de celofán en amarillo y verde brotando como su cabello ni<br />

luminosos episodios con porteros de plastilina, uniformados con corbatas de vidrio, en la<br />

estación imaginaria de caballitos mecedores. Un lector se pregunta como es posible que la<br />

mujer de ojos de caleidoscopio no pese un gramo, menos aún que una mota de polvo.<br />

Cuentos del revuelo. Ahora su mente era un vasto terreno baldío y su alma empeñada en el<br />

largo viaje por la senda ignorada o un discurrir por horizontes grises extendiéndose en una<br />

blanca topografía de nada. Finalmente, cuando el sol llegó, él supo la verdad. La vigilia<br />

agranda sus ojos para darle el mañana y el día después de mañana y toda la cadena de<br />

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