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Contenido - Repositorio de la Facultad de Filosofía y Letras. UNAM

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Cuatro cuentos perdidos <strong>de</strong> Ortiz <strong>de</strong> Montel<strong>la</strong>no 2 9<br />

Pronto viose ro<strong>de</strong>ado por una muchedumbre <strong>de</strong> curiosos que atizaban<br />

los movimientos <strong>de</strong>l muchacho sobre <strong>la</strong> palma <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano <strong>de</strong>l hechicero.<br />

Todos se preguntaban ¿Qué embuste es éste? ¿Cómo pue<strong>de</strong><br />

bai<strong>la</strong>r un muchacho sobre <strong>la</strong> palma <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano? Debe ser hechicero,<br />

démosle muerte a pedradas por practicar ma<strong>la</strong>s artes.<br />

Así lo hicieron y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto comenzó a he<strong>de</strong>r el cadáver <strong>de</strong>l<br />

brujo <strong>de</strong> tal modo que los vecinos <strong>de</strong>cidieron llevarlo fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad.<br />

Quisieron levantar el cuerpo muerto sin lograrlo, porque pesaba como<br />

un fardo <strong>de</strong> los más gran<strong>de</strong>s, y entonces le ataron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello<br />

una soga <strong>de</strong> pita resistente para llevarlo a rastras, entre todos, al<br />

campo fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad. Mas tanto pesaba el cadáver que <strong>la</strong> soga<br />

reventose, cuando tiraron <strong>de</strong> el<strong>la</strong> muchos toltecas, <strong>la</strong>nzándolos a una<br />

distancia y muriendo algunos <strong>de</strong>l golpe. Otros toltecas substituyeron<br />

a los primeros, reforzando <strong>la</strong>s cuerdas, y nuevamente cayeron en tierra<br />

hasta que, muertos muchos comprendió Vitzilopuchtli que sin dificultad<br />

podría salir <strong>de</strong> Tu<strong>la</strong> conduciendo a Quetzalcóatl embriagado como<br />

estaba, hasta <strong>la</strong> lin<strong>de</strong> extrema <strong>de</strong> <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción, camino <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stierro.<br />

Quetzalcóatl, seguido por sus más fieles, tomó el camino que conduce<br />

al mar.<br />

Cuando llegó a un sitio que l<strong>la</strong>man Cuautitlán, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l árbol más<br />

alto y más grueso, sentose a <strong>de</strong>scansar. El alba pintaba el cielo como<br />

una gran a<strong>la</strong> <strong>de</strong> pájaro. Se le notaba triste. Pidió a uno <strong>de</strong> sus vasallos un<br />

espejo, miró su rostro y dijo: “Soy un anciano. ¡Oh Quetzalcóatl! justo es<br />

que me suceda lo que me suce<strong>de</strong>”. Después, como último gesto <strong>de</strong> dominio<br />

y sabiduría, tomó piedras <strong>de</strong>l camino y apedreó un árbol. Todas<br />

<strong>la</strong>s piedras que tiró Quetzalcóatl se incrustaron en el árbol y ahí quedaron,<br />

para siempre, como símbolo <strong>de</strong> su fuerza divina.<br />

Al son <strong>de</strong> f<strong>la</strong>utas que para alegrarlo tañían sus servidores, continuó<br />

el rey su camino hacia el mar.<br />

Cuando llegó a un sitio que l<strong>la</strong>man T<strong>la</strong>lnepant<strong>la</strong>, viendo por última<br />

vez y a lo lejos <strong>la</strong>s sombras <strong>de</strong> su ciudad antigua y próspera, lloró tristemente,<br />

hasta necesitar apoyarse en una roca para no caer. Sentose sobre<br />

<strong>la</strong> piedra gran<strong>de</strong> y siguió llorando hasta <strong>la</strong> hora en que el último pájaro<br />

se convirtió en estrel<strong>la</strong>; <strong>la</strong>s manos <strong>de</strong> Quetzalcóatl quedaron para siempre<br />

seña<strong>la</strong>das en <strong>la</strong> roca, y sus lágrimas horadaron <strong>la</strong> piedra como símbolo<br />

<strong>de</strong> su dolor <strong>de</strong> rey.

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