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Research Report - Clayss

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cambio de ese aporte, las cuotas que pueden cobrar están sujetas a la previa autorización<br />

estatal. Un pequeño número de escuelas que atienden a los sectores de mayores recursos no<br />

reciben aporte estatal, y a cambio pueden fijar libremente sus cuotas. En todos los casos, los<br />

contenidos pedagógicos y la marcha general de los establecimientos están supervisados por<br />

el Estado.<br />

Durante el gobierno militar del “Proceso” (1976-83) el sistema educativo en general<br />

y la libertad de cátedra en particular sufrieron severos golpes. En función del tema que nos<br />

ocupa, es necesario destacar que el proceso militar provocó la “desaparición” de líderes<br />

estudiantiles de las escuelas medias (“la noche de los lápices”), y desarrolló acciones<br />

represivas o intimidatorias contra las instituciones educativas que desarrollaban acciones<br />

sociales en las villas miseria. La idea de que el servicio a las comunidades más pobres era<br />

sinónimo de “izquierdista” o “subversivo”, y el miedo instalado entre docentes y padres<br />

perduraron en muchas escuelas aún más allá de concluido el proceso militar.<br />

Algo paradójicamente, el gobierno militar patrocinó un tipo de actividad social que<br />

las escuelas venían desarrollando desde décadas atrás: el padrinazgo de escuelas rurales. La<br />

campaña “Marchemos hacia las fronteras” promocionó que ese padrinazgo se ejerciera<br />

preferencialmente hacia las escuelas ubicadas en la larga y en ese momento sumamente<br />

conflictiva frontera con Chile. Enmarcada en la propaganda nacionalista que alentaba una<br />

próxim a guerra con ese país, la campaña tuvo sin embargo buena acogida en muchas<br />

escuelas<br />

urbanas, que le dieron continuidad a los vínculos con las escuelas de frontera aún<br />

después de la caída del gobierno militar.<br />

En<br />

1984, cuando todavía permanecía la euforia participativa que acompañó la<br />

reconquista<br />

de la democracia, el Presidente Alfonsín convocó al “Congreso Pedagógico<br />

Nacional”, un gran debate social con “asambleas de base” sobre el tipo de educación<br />

deseada para el futuro que culminó –luego de no pocas fricciones y disputas- en un<br />

documento de acuerdos nacionales. Estos se expresaron al menos parcialmente en la<br />

sanción de la “Ley Federal de Educación” (Ley 24.195) en 1993.<br />

Por un lado, la Ley marcó la culminación del proceso de descentralización<br />

educativa. El gobierno de Menem entregó todas las escuelas medias nacionales a la<br />

jurisdicción de las provincias y la Ciudad de Buenos Aires, reduciendo el déficit fiscal<br />

nacional, pero cargando el peso en los gobiernos provinciales. No todos estaban en<br />

condiciones de asumir de la misma manera la administración de las escuelas: la brecha<br />

entre los salarios docentes y la calidad educativa de las provincias más pobres y las más<br />

ricas no dejó de ensancharse durante la siguiente década.<br />

En lo pedagógico, la Ley Federal extendió la obligatoriedad de la educación a 10<br />

años, incluyendo el Nivel Inicial y nueve años de Educación General Básica (EGB). La<br />

educación no obligatoria, los restantes tres años de la escuela media, se denominaron<br />

“Educación Polimodal”, y las antiguas opciones (Bachillerato, Comercial y Técnica) fueron<br />

reemplazadas por cinco “modalidades”: Ciencias Naturales; Humanidades y Ciencias<br />

Sociales; Comunicación,<br />

Arte y Diseño; Producción de Bienes y Servicios; Economía y<br />

Gestión de Organizaciones.<br />

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