69_J_L_Tieck_El_blondo_Eckbert_El_gato_con_botas_1965
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pudo, a través de praderas y bosques, hasta que el<br />
exhausto animal cayó por tierra. Sin preocuparse lo<br />
más mínimo, prosiguió su viaje a pie.<br />
- Escaló soñando una colina, y creyó oír un ladrido<br />
alegre y próximo. Susurraban los abedules y escuchó<br />
los extraños sonidos de una canción:<br />
Soledad del bosque<br />
que de nuevo gozo,<br />
sin dolor ni envidia<br />
por la eternidad.<br />
¡Oh, qué grande gozo<br />
es la soledad!<br />
Sintió que se le ofuscaba el espíritu y se embotaban<br />
sus sentidos. Era para él un enigma indescifrable determinar<br />
si estaba soñando o había soñado a una<br />
mujer llamada Berta; lo más extraordinario se mezclaba<br />
<strong>con</strong> lo más común. Parecíale estar en un mundo<br />
de encantamiento, y se sentía incapaz de pensar o<br />
recordar nada.<br />
Una encorvada anciana, que tosía y se apoyaba en<br />
un bastón, subió morosamente la colina. "¿Me traes<br />
mi pájaro? ¿Mis perlas? ¿Mi perro? -gritó desde<br />
lejo~-. Mira cómo las malas acciones tienen en sí su<br />
castigo; yo no era sino tu amigo Walter, tu amigo<br />
Hugo."<br />
"Santo Dios -se dijo <strong>Eckbert</strong>-, ¿en qué horrible<br />
soledad he pasado, pues, mi vida?"<br />
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