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latin american essays maclas

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desorientado ante la afirmación “Dicen que somos bolches”, “–¿Bolches ¿Cómo<br />

bolches Pero si yo siempre fui peronista…, nunca me metí en política” (29). Los<br />

efectos inmediatos de esta interferencia son tres. En primer lugar, la<br />

desarticulación del plano de lo público, al impedir la actividad política o limitarla a<br />

un cariz no participativo o meramente omitivo, lo que unos refieren como<br />

“privatización” (Vezetti 51) y otros como “desciudadanización” (O’Donnell en<br />

Vezetti 53). Luego, ante el repliegue del espacio público estas actividades<br />

tienden a concentrarse en el privado. Finalmente, el Estado irrumpe también en<br />

ese plano (con la práctica de la desaparición) de modo de liquidar cualquier<br />

posibilidad de reconstitución de lo público. Es evidente que cualquier<br />

intervención sobre uno de los puntos incide sobre el otro, como si se tratara de<br />

un todo interdependiente que tendiera a recuperarse en su integridad. Si la<br />

política parece haber sido erradicada de Colonia Vela, es en realidad la actividad<br />

dominante, lo que el texto manifiesta no solo elípticamente, sino también a<br />

través de afirmaciones de sentido recto, porque el relato desliza dos operaciones<br />

sobre la historia reciente y el presente: una presentación en clave alegórica y un<br />

discurso abiertamente referencial. Sirven como ejemplos de la omnipresencia de<br />

lo político desde el lema “prescriptivo” que aparece en cada cartel que anuncia<br />

los festejos: “Pueblo y Fuerzas Armadas unidos en el común destino de Paz y<br />

Grandeza”, hasta la insistencia en la unanimidad de (in)acción entre los vecinos.<br />

La tensión entre lo público y lo privado se resuelve de modo más<br />

categórico en la figura de Galván, cuya actividad profesional encarna una especie<br />

de limbo entre estos planos: no solo por su performance pública 1 , sino por el<br />

carácter mismo del género en cuestión. Ahora bien, el texto subraya<br />

especialmente el carácter económico de la actividad de Galván, su productividad.<br />

A pesar de su historial “politizado”, el cantor está en el pueblo en función<br />

privada. Pero la situación se revierte con la escena de los graffiti y el autógrafo.<br />

La carga semiótica de la escena es notable: la pintada (“Galván, cantor de<br />

asesinos”) impone un uso de su nombre para cuestionar la práctica profesional<br />

por situación de su ejercicio (quién paga); la acción oficial (tapar el texto con<br />

pintura blanca) implica un borramiento del nombre como medio de restitución a<br />

lo privado, pero es una práctica insuficiente: el nombre, escrito con pintura<br />

negra, se sigue leyendo debajo de la pintura blanca; a esto se agrega el pedido<br />

“forzoso” del autógrafo: la escritura del nombre se torna así un modo de<br />

adhesión, metáfora de la confesión.Su actitud en ese punto se revela como<br />

agencia política, desplaza al sujeto de su reducto en la privacidad y lo pone en<br />

abierta confrontación con el poder autoritario. De hecho, el cruce de la frontera<br />

entre el negocio privado y la práctica política termina impidiendo a Galván el<br />

ejercicio de la función privada: ya no puede cantar (ni cobrar).<br />

Jameson plantea en su análisis la proliferación del significante alegórico en<br />

la alegoría nacional. En sus ejemplos, no solo el protagonista representa el<br />

destino nacional, sino también su antagonista u otros personajes o grupos de<br />

personajes. En Cuarteles de invierno nos encontramos ante la misma situación.<br />

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