latin american essays maclas
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literaria”: “allí donde hay un canon, hay que cargar contra él, cualquiera sea el<br />
canon. No se trata de cambiar un paradigma por otro, sino de derribar la idea<br />
misma de paradigma” (28). Pero no es nuestro objetivo aquí exponer las tesis de<br />
Literatura de izquierda –que por otro lado tampoco pretendemos desestimar–<br />
sino atender al trasfondo de esta sucinta y desconcertante afirmación sobre<br />
Soriano. No resulta desconcertante por su menosprecio del escritor, harto<br />
habitual; ni por su homologación, una vez más, entre éxito de mercado y cierta<br />
idea de “literatura nociva”; sino por su acertada delimitación del plano en que<br />
triunfa esta literatura: el plano ético. En una ordenación a grandes rasgos de la<br />
narrativa argentina desde la década de los setenta, Soriano representa –no por sí<br />
mismo, sino junto a escritores tan diversos como Di Benedetto, Giardinelli o<br />
Tomás Eloy Martínez– el fracaso del proyecto político de la izquierda<br />
revolucionaria en la Argentina 2 . No elegimos puntualmente a escritores que<br />
pasaron por la experiencia del obligatorio desplazamiento geográfico como una<br />
estrategia para hacer excluyente la relación entre aquel proyecto y este grupo de<br />
intelectuales, sino porque es precisamente la fracción de escritores exiliados la<br />
que materializa más eficientemente este fracaso en el imaginario cultural<br />
argentino. Desde esta perspectiva, y aun cuando los agentes políticos de la<br />
redemocratización dieran a algunas de estas figuras espacios de participación<br />
oficial (Di Benedetto, por ejemplo, es nombrado asesor de la Secretaría de<br />
Cultura) o el mercado y las industrias culturales resarcieran a otros (el caso del<br />
mismo Soriano en tanto figura clave del proyecto periodístico de Página/12), el<br />
regreso de los escritores exiliados –pau<strong>latin</strong>o, poco promocionado, y en algunos<br />
casos solo tentativo– pone en evidencia el nuevo mapa de fuerzas que rige el<br />
campo intelectual de un país efectiva y forzosamente “reorganizado” y el motus<br />
central de la etapa en ciernes: cerrar y digerir tan pronto como fuera posible la<br />
etapa anterior, programa en que, ya lo dijimos, las novelas de Soriano<br />
cumplieron un rol decisivo.<br />
Así, no es común encontrarse con vinculaciones entre escritores como<br />
Soriano y alguna idea de triunfo, porque en definitiva se trata de una generación<br />
que no solo incorpora la propia experiencia de derrota en sus esfuerzos por<br />
comprender la historia reciente y redescubrir las posibilidades de la práctica<br />
política, sino que llega a hacer del fracaso el centro de su poética del relato.<br />
Conjugar el fracaso político con el éxito ético conlleva dificultades, si no<br />
insalvables, al menos muy riesgosas. La mayor de ellas: establecer entre ambos<br />
un nexo de causalidad, más aun, de necesariedad. Porque si los proyectos<br />
políticos revolucionarios de los setenta –que, conviene aclarar, el afán histórico<br />
mencionado antes unificó artificialmente y, en una simplificación excesiva,<br />
vinculó a toda agencia reprimida y/o oposicional al regimen dictatorial– lograron<br />
ser indefectiblemente disueltos a través de una acción ilegítima, es en primera<br />
instancia esta misma ilegitimidad la que confiere autoridad moral a los vencidos.<br />
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