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Vulnerabilidad-y-Silencio

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Los efectos que sobre las familias de las reclusas genera su reclusión son extensos.<br />

Surgen problemas en el ámbito afectivo, económico, en el bienestar materi<strong>al</strong>, en las<br />

perspectivas de estudio de los hijos, en el sistema normativo y en sus relaciones soci<strong>al</strong>es.<br />

Todo ello en menoscabo del bienestar familiar y de su integridad como núcleo primario.<br />

El desamparo jurídico y la violencia bajo las cu<strong>al</strong>es viven las reclusas las coloca en<br />

una condición de indefensión frente a la existencia de un sistema penitenciario que no<br />

está preparado para propiciar los lazos con la reclusa y su familia.<br />

Los testimonios recogidos por las internas en cuanto a los cambios en la dinámica<br />

familiar a raíz de su detención muestran que ha sido fuertemente impactada, tres de las<br />

madres reclusas entrevistadas han perdido el contacto con sus hijos. Techera, Garibotto<br />

y Urreta (2012), mencionan que los hijos de los presos son víctimas secundarias de la<br />

privación de la libertad de sus padres. Y esto se agrava en el caso de las mujeres<br />

privadas de la libertad ya que solo el 22% de sus hijos son cuidados por los padres<br />

(Pérez y Azaola, 2012). Solo el 11.8% de los padres o pareja de la interna se hacen cargo<br />

de los hijos, mientras que los abuelos representan el 30.5% (Briseño, 2006).<br />

También se observa la f<strong>al</strong>ta de contacto que <strong>al</strong>gunas de las internas tienen con los<br />

hijos, lo que las hace perder su rol de madre. Tres de las cinco entrevistadas que son<br />

madres no tienen contacto <strong>al</strong>guno con ellos y Ely, ahora en libertad, le está costando<br />

trabajo recuperar su rol sobre sus dos hijas mayores que fueron cuidadas por sus<br />

abuelas, la mayor por la abuela materna y, la menor, por la paterna.<br />

El contar con el apoyo de las familias, para las mujeres privadas de su libertad, puede<br />

hacer una gran diferencia en su bienestar (G<strong>al</strong>ván, et <strong>al</strong>, 2006). Y aunque las familias de<br />

las reclusas sueles abandonar a su familiar recluido, lo que suele traer consigo depresión<br />

y problemas emocion<strong>al</strong>es (Arzola y Jacaman, 2006). En el caso de las mujeres<br />

entrevistadas, reportan ser visitadas <strong>al</strong> menos por uno de los miembros de su familia,<br />

esto tiene concordancia con lo encontrado en Test Esc<strong>al</strong>a de Autoev<strong>al</strong>uación para la<br />

Depresión de Zung, en la que se revela que ninguna de las entrevistadas se encuentra en<br />

niveles <strong>al</strong>tos de depresión.<br />

En el relato de Ely se trasluce la importancia que para las reclusas tiene el que las<br />

visiten, ella se muestra compasiva con las compañeras que no reciben visitas y a pesar<br />

de que fue agredida por ellas en múltiples veces, ella justifica a las agresoras “pues sí, es<br />

mucho encierro, mucho estrés, tensión, preocupación, de todo un poco y a muchas no<br />

las van a visitar y pues sí, están demasiado tensionadas y con coraje porque las dejan<br />

solas y pues, por un lado u otro tienen que sacar el coraje”.<br />

Aunque las internas se muestras positivas ante su cambio person<strong>al</strong>, el escepticismo de<br />

Ely con respecto a la regeneración durante el internamiento y su posterior reinserción<br />

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