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Vulnerabilidad-y-Silencio

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caso de los padres encarcelados, incluso cuando éstos no hayan vivido en casa con los<br />

hijos (el cu<strong>al</strong> es el caso menos prev<strong>al</strong>ente 9 ), su ausencia generará retos para el cuidador o<br />

guardián (en la mayoría de los caso la madre 10 ) tanto económicos como soci<strong>al</strong>es, dada la<br />

eventu<strong>al</strong> ayuda que representaba el padre en el proceso de crianza de los hijos (Hagan y<br />

Dinovitzer, 1999).<br />

Los efectos emocion<strong>al</strong>es en los hijos de los presos parecen variar también<br />

dependiendo de su edad y un estudio re<strong>al</strong>izado en Nueva Zelanda encontró que los<br />

niños de entre 0 y 3 años presentaban princip<strong>al</strong>mente ansiedad por separación y poco<br />

apego <strong>al</strong> padre encarcelado; aquellos entre 4 y 7 años presentaban enuresis (orinaban la<br />

cama durante la noche), presentaban pesadillas, ansiedad por separación, eran agresivos<br />

y demostraban poco compromiso en la escuela; los niños entre 8 y 10 años también<br />

tenían problemas por agresividad, en adición a depresión y ausentismo escolar; aquellos<br />

entre 11 y 15 años podían ser violentos, se ausentaban de la escuela, disminuía su<br />

desempeño en la misma y podían sentir la necesidad de asumir el rol del padre ausente<br />

(Rogowski y Chauvel, 2009). Por su parte, en los datos recabados por Pérez en cárceles<br />

del Distrito Feder<strong>al</strong> y Morelos, si bien no hay información por grupo de edades, se<br />

puede observar que los entrevistados manifestaron con respecto a los hijos de los presos<br />

que a raíz de la detención 34.2% de ellos había tenido problemas en la escuela; 34.2%<br />

había tenido problemas de conducta; 27.8% había tenido problemas de s<strong>al</strong>ud; 27.5%<br />

tuvo problemas de ansiedad (Pérez, 2014).<br />

Los cuidadores o guardianes de los hijos de presos, sean sus padres, madres o<br />

familiares, poseen una posición preponderante en la comunicación de éstos con sus<br />

padres en prisión, siendo t<strong>al</strong> comunicación especi<strong>al</strong>mente importante a la luz de<br />

evidencia que sugiere un efecto, en su mayoría 11 , benéfico para los hijos de los presos en<br />

cuanto que les permite entender y ajustarse mejor a la situación que él y su familia viven<br />

(Nesmith y Ruhland, 2008). Sin embargo y citando nuevamente <strong>al</strong> trabajo de Cat<strong>al</strong>ina<br />

Pérez, nos encontramos con que casi el 40% de los entrevistados, en promedio, indicaron<br />

que los presos a quienes ellos visitaban nunca son visitados por sus hijos e incluso, el<br />

24.3% manifestaron que los hijos desconocían que su padre o madre estaba preso (Pérez,<br />

2014). T<strong>al</strong>es cifras pueden ser explicadas como el resultado del estigma que acompaña a<br />

la condición de encarcelamiento de un individuo, el cu<strong>al</strong> puede extenderse a los<br />

9 Véase sección: “Las Familias”.<br />

10 Véase sección: “Las Familias”.<br />

11 El estudio referido menciona que en <strong>al</strong>gunos casos, la ausencia del padre o madre, puede resultar benéfica<br />

específicamente cuando el padre o madre ha representado una fuerza negativa <strong>al</strong> bienestar de los hijos (Nesmith y<br />

Ruhland, 2008).<br />

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