LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD DE HADERMAS
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114 T E O R IA C R IT IC A D E <strong>LA</strong> SO C IE D A D D E H A BERM A S<br />
en otra forma, no necesitaba de una fundamentación explícita: la institución<br />
familiar tenía una legitimación tradicional, «autolegitimante». Cuando el<br />
Estado interviene en esa institución, por ejemplo mediante imposiciones, recomendaciones<br />
o permisiones acerca de la regulación de la natalidad por<br />
medios artificiales, se pone en cuestión un elemento muy importante de la<br />
concepción tradicional de la familia: pone en cuestión un «tabú sexual»<br />
(otros elementos serían, por ejemplo, los de la fidelidad, supremacía del varón,<br />
etcétera). La institución familiar comienza así a necesitar una fundamentación<br />
racional: se ha de discutir por qué esa institución está así organizada<br />
y no de otra manera, cuál sería la forma más racional de organizaría,<br />
etcétera. En el público se va despertando un nuevo modo de legitimación<br />
diferente del tradicional: el de un proceso de reflexión racional, en el que<br />
participan todos los miembros de la sociedad. Otro sector muy importante,<br />
sobre el que se podría ejemplificar este mismo proceso, sería la reorganización<br />
del Sistema Educativo. Finalmente, esa misma nueva conciencia legitimadora<br />
racional se va extendiendo a otros sectores «subpolíticos», incluso a<br />
sectores tan tradicionales por su misma naturaleza como lo es la Iglesia.<br />
Al impulsar así ese nuevo modo de legitimación, el Estado mismo cae<br />
bajo ¡os imperativos de una legitimación ligada a la discusión racional y<br />
pública. Y aquí es en donde surge la contradicción. Las decisiones económico-administrativas<br />
del Sistema Político, aun en una sociedad capitalista que<br />
ha logrado mantener latente la lucha de clases y dominar las crisis estrictamente<br />
económicas, están necesariamente ligadas a una forma de crecimiento<br />
económico orientada al beneficio abstracto y privado, y no a la realización<br />
de intereses sociales generalizables. Por eso ese Sistema Político, una vez<br />
que se haya hecho obsoleta la legitimación asociada con la democracia formal<br />
(participación en la elección del Gobierno, pero no en la discusión de<br />
sus decisiones), no podrá recibir la legitimación necesaria de una masa que<br />
participa en el proceso de justificación racional de sus decisiones administrativas:<br />
la contradicción típica de la sociedad capitalista—producción social<br />
basadas en intereses no generalizados—se hace aquí patente como la contradicción<br />
entre la estructura de una racionalidad moral universalista (una discusión<br />
en la que todos participan, exige por naturaleza que sólo pueda legitimarse<br />
aquello que responda a un interés general) y la estructura de una<br />
forma de organización socioeconómica ligada a la persecución de intereses<br />
privados.<br />
Ahora bien, ¿cómo puede construirse desde esta contradicción el teorema<br />
de una crisis lógicamente necesaria? ¿No podrá el Sistema Político superar<br />
las dificultades que se derivan de esa contradicción, como Habermas<br />
creía que era el caso en las «crisis de racionalidad»?<br />
Luhmann respondería afirmativamente a la última pregunta. Desde la<br />
perspectiva de la Teoría de los Sistemas, comentada en el apartado anterior,<br />
el Estado podría tomar sobre sí la tarea de planear la ideología, manipulando<br />
así las motivaciones morales de los individuos y creando el input de lealtad<br />
o de legitimación que necesite. Habermas, reconociendo que el Sistema Poli-