LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD DE HADERMAS
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<strong>LA</strong> T E C N IC A E N E L C A P IT A L IS M O O R G A N IZ A D O 6}<br />
racionalidad técnica—que entra en competencia con la racionalidad comunicativa<br />
y llega a resquebrajar su fuerza, su validez: las interpretaciones<br />
míticas y religiosas del cosmos han de dejar paso a las interpretaciones<br />
científicas. Como la interpretación de la sociedad humana estaba unida<br />
a la del cosmos en su totalidad, al caer ésta se desmorona también aquélla:<br />
la estratificación de la sociedad en diversas clases, que reparten entre sí el<br />
trabajo y sus frutos en una forma desigual, pierde su legitimación. Los<br />
hombres que componen la sociedad ya no pueden reconocer como válidas<br />
las normas morales (sociales) que regulaban directamente la distribución<br />
de las cargas y de los frutos de la sociedad en una forma que institucionalizaba<br />
la opresión de unas clases sociales por otras14.<br />
La Ciencia pudo suplantar sin mayor dificultad a la Religión en lo que<br />
respecta a una interpretación de la Naturaleza. Los fenómenos naturales,<br />
y los problemas planteados por ellos, exigen por su misma estructura que<br />
el hombre se les enfrente con una actitud de tipo técnico. Pero la sustitución<br />
de la Religión por la Ciencia en el campo de la moralidad es una<br />
cuestión muy problemática. Las creencias religiosas resolvían al hombre los<br />
problemas centrales, los problemas verdaderamente humanos: problemas<br />
de justicia e injusticia, de libertad y opresión, de felicidad y desgracia, de<br />
la vida y de la muerte. Este tipo de fenómenos, y los problemas suscitados<br />
por ellos, exigen por su misma estructura una actitud de tipo comunicativo,<br />
no pueden manipularse instrumentalmente. Cuando el desarrollo gigante de<br />
la racionalidad técnica invade el marco institucional y arrasa las creencias<br />
religiosas que son su soporte, abre un vacío que amenaza de derrumbamiento<br />
a la misma sociedad. Más concretamente, refiriéndonos al problema<br />
determinado que ahora nos interesa: si la sociedad tradicional incorporaba<br />
en su marco institucional una distribución injusta (desigual) de las cargas<br />
y de los frutos del trabajo social, legitimando mediante recurso al mito<br />
o a la Religión central la estructura de clases privilegiadas e infraprivilegiadas,<br />
al desintegrarse ahora esa fuente de legitimación no queda más<br />
salida que la de la superación de la injusticia institucional o la de la<br />
creación de un nuevo tipo de legitimación del reparto injusto. Veamos<br />
cómo responde la sociedad moderna, la sociedad burguesa, a este problema.<br />
Habermas escribe a este propósito: «El Capitalismo se caracteriza por<br />
una forma de producción que no sólo plantea este problema, sino que, además,<br />
lo resuelve. El Capitalismo ofrece una legitimación del poder, que ya no<br />
baja del cielo de las tradiciones culturales, sino que puede obtenerse desde<br />
la misma base del trabajo social. La institución del mercado en el que cambian<br />
sus mercancías los propietarios privados, incluyendo también el mercado<br />
en el que los individuos que no tienen más propiedad que su fuerza<br />
de trabajo intercambian esta última, garantiza la justicia de la equivalencia<br />
de las relaciones del intercambio. Esta ideología burguesa toma también<br />
como fundamento de la legitimación una categoría perteneciente al campo<br />
do la acción comunicativa: la categoría de la reciprocidad. Pero el prin-<br />
" Véase TuW. 65-69 y 93; ZRekHist, 18 s., 158 s. y 278; LegSpiit. 112.