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LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD DE HADERMAS

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136 T E O R IA C R IT IC A D E <strong>LA</strong> S O C IE D A D D E H ABERM AS<br />

ha mostrado en sus revisiones críticas de esos autores, no lograron construir<br />

un modelo teórico que concibiera satisfactoriamente la posibilidad de llegar<br />

a una conciliación entre individuo y sociedad, y fuera así capaz de alentar<br />

una praxis encaminada a la construcción de una sociedad racional, de una<br />

sociedad «buena». Esas cuatro grandes figuras del pensamiento, lo mismo<br />

que otras muchas anteriores y posteriores, sólo lograron ofrecernos una solución<br />

aparentemente válida al huir del verdadero terreno de juego en el<br />

que se está desarrollando el gran drama de la sociedad humana: el terreno<br />

de la moralidad en la historia. Kant y Hegel, igual que otros idealistas, abandonan<br />

este campo de la verdadera contienda para huir a un mundo suprahistórico<br />

insatisfactoriamente mediado por nuestra historia terrena. Marx,<br />

Freud y otros muchos abandonan, en definitiva, ese campo para huir a un<br />

mundo amoral o deshumanizado en el que el hombre ha dejado de ser protagonista<br />

y responsable de su propia historia. Luhmann señalaría para Habermas,<br />

según hemos visto, la avanzadilla de esta última postura. Idealismo<br />

y Positivismo, he aquí, según Habermas, la Scilla y el Caribdis del teórico<br />

que se aventura a encontrar un puerto en la difícil travesía hacia una solución<br />

racionalmente satisfactoria de ese jeroglífico que es la historia de la<br />

Humanidad. ¿Ha logrado Habermas mismo salvar ambos escollos?<br />

Habermas ha sido ciertamente consciente de ese doble peligro. Para no<br />

naufragar ante el Positivismo, de cualquier cuño que éste fuera, ha intentado<br />

fundamentar una lógica propia de desarrollo de las estructuras normativas,<br />

de la racionalidad moral. Para no tropezar con el Idealismo, ligado a un tipo<br />

u otro de pensamiento metafísico o religioso, Habermas le ha dicho al hombre<br />

contemporáneo que tiene que aceptar racionalmente los riesgos básicos<br />

e insoslayables de la existencia humana (muerte, enfermedad, soledad y culpa),<br />

sin ir a buscar un consuelo engañoso en la Religión; le ha dicho al<br />

hombre que ha de aceptar, de una vez para siempre, que su vida se agota<br />

en esta historia terrena. El capítulo VII nos ha mostrado cómo el intento<br />

habermasiano de fundamentar una moral universal, basada en la estructura<br />

del lenguaje humano, pretende resolver a la vez los problemas planteados<br />

en ambos frentes: mantener un desarrollo histórico que siga progresando<br />

sobre la integración social (moral), frente a la alternativa deshumanizante<br />

de la integración sistémica, y ofrecer a nuestra sociedad atea un sustitutivo<br />

de la Religión.<br />

En la introducción subrayé ya el amplio eco y reconocimiento que ha<br />

encontrado la obra de Habermas. En mi propia opinión, Habermas se ha<br />

hecho ya digno de ser colocado como un hito más de la tradición de pensamiento<br />

sociopolítico a la que pertenece, en fila con Kant, Hegel, Marx y<br />

Freud, como ya he insinuado varias veces. Pero toda obra genial, todo intento<br />

grandioso, tiene siempre sus insuficiencias. Habermas tampoco se puede<br />

escapar a toda crítica. Si Hegel criticó de idealista a Kant, Marx a Hegel,<br />

Freud a Marx*, y si Habermas mismo criticó las obras de todos ellos, Haber- 5<br />

5 Una detallada consideración del juicio de Freud sobre el Marxismo puede verse<br />

en el capítulo IV de mi estudio citado en la nota 3.

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