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LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD DE HADERMAS

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C R IS I S D E <strong>LA</strong> SO C IE D A D C A P IT A L IS T A 117<br />

En las sociedades arcaicas, organizadas sobre relaciones de parentesco,<br />

todavía no se da una separación entre la explicación del cosmos y la comprensión<br />

de la realidad social. El mito quiere fundamentar narrativamente<br />

ambas cosas. Los individuos de la tribu primitiva aún no han configurado<br />

una identidad propiamente moral. Viven dentro de su tribu participando<br />

irreflexivamente de una estructura social (y de una concepción del mundo)<br />

frente a la que todavía no han tomado distancia. La tribu (y no el individuo)<br />

constituye el verdadero sujeto de aquella forma primitiva de Religión. El<br />

mito absorbe todas las inseguridades posibles y ofrece una concepción unitaria<br />

del universo: «En el mundo mítico todos los seres son concebidos<br />

como semejantes: los hombres individuales son sustancias igual que las<br />

piedras, las plantas, los animales y los dioses. Así, la tribu no posee una<br />

realidad que se deslinde claramente frente a sus miembros particulares ni<br />

frente a la Naturaleza»31. Habermas compara este estadio con la identidad<br />

«natural» de la primera infancia.<br />

En las primeras grandes culturas, la realidad social adquiere ya una<br />

consistencia propia y diferenciada de la interpretación del cosmos. Esa<br />

realidad social ya no se estructura sobre las relaciones de parentesco, sino<br />

sobre una diversidad de clases sociales. El sistema político es legitimado<br />

directamente por la Religión Politeísta, que constituye la base sustancial<br />

del sistema moral vigente y la base estabilizadora de las instituciones<br />

políticas. Como la validez de la Religión se agota en los límites de la<br />

comunidad política concreta (por ejemplo, en la polis griega), es capaz de<br />

configurar la identidad del grupo social. Esta, a su vez, posibilita la configuración<br />

de la identidad de los ciudadanos particulares, que se reconocen<br />

e identifican en las costumbres, tradiciones, instituciones, etc., de esa<br />

comunidad concreta a la que pertenecen. Habermas trae a este propósito<br />

aquel texto precioso de Hegel: «Atenas es la ciudad de Atenas. Pero también<br />

es el espíritu de ese pueblo. No un espíritu exterior a él, no un espíritu<br />

protector, sino el espíritu vivo, presente, realmente viviente en el pueblo;<br />

el espíritu inmanente al individuo, que es representado como Pallas según<br />

sus características esenciales» M. Este estadio histórico se corresponde con<br />

el segundo en el desarrollo de la conciencia moral individual: la integración<br />

social discurre sobre la identificación con unas normas morales, cuya<br />

validez permanece, sin embargo, particular, limitada a un grupo social o cultural<br />

concreto. Los ciudadanos de la polis se reconocen mutuamente como<br />

griegos, no como individuos en cuanto tales.<br />

Las grandes Religiones monoteístas, el Cristianismo sobre todo, son las<br />

que posibilitan la configuración de una identidad individual y universal,<br />

independiente de la particularidad de determinados sistemas de normas<br />

' morales y de la internalización de «rolles» determinados. La universalidad<br />

y la individuación alcanzan aquí su culminación: todos los hombres pertenecen<br />

potencialmente a la comunidad de los creyentes; el individuo,<br />

" ZweiR. 35.<br />

” /Md.. 37.

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