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Logica - Juan Jose Sanguineti

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EL CONOCIMIENTO CIENTIFICO<br />

nos son más conocidos. Se procede de lo posterior a lo anterior in<br />

essendo, cuando para nosotros lo posterior por naturaleza es previo<br />

in cognoscendo (por ejemplo, observamos unas huellas, e inferimos<br />

que por tal sitio ha pasado un animal de tal especie).<br />

Se la llama quia, porque la conclusión afirma que la causa es,<br />

porque (quia) el efecto es; el por qué del argumento indica la causa<br />

in cognoscendo (por ejemplo, la tierra se mueve porque lo<br />

demuestran tales observaciones). Se la suele denominar también<br />

demostración a posteriori (a partir de lo posterior en el ser).<br />

Modernamente se alude a ella cuando se habla de explicación<br />

científica: explicar algo es señalar su causa. Es importante<br />

distinguir el tipo de causalidad a que se acude para dar una<br />

explicación: final, formal, eficiente, material, parcial o total,<br />

remota o próxima, etc.<br />

La demostración quia se distingue de la inducción. Esta<br />

última asciende de los casos singulares a una ley universal (por<br />

ejemplo, las leyes del péndulo, de los vasos comunicantes, etc.).<br />

La demostración por los efectos infiere la existencia de una causa<br />

concreta (por ejemplo, inquiere el por qué de las mareas, y lo<br />

encuentra en la atracción lunar). Pero va unida a la inducción,<br />

que suministra la premisa mayor de este razonamiento. En el<br />

lenguaje corriente y científico a veces estos procesos se llaman<br />

indistintamente «inducción» o «prueba por la experiencia».<br />

La demostración «quia» se basa en el principio de causalidad.<br />

El medio de prueba del argumento por los efectos es un hecho de<br />

experiencia, que por inducción se sabe conectado esencialmente<br />

con algún tipo de causa. Es evidente que en este raciocinio<br />

siempre se utiliza como premisa universal el principio de<br />

causalidad: todo lo que ocurre tiene una causa, actual o pasada.<br />

Pero las premisas universales más próximas expresan una<br />

causalidad más concreta: por ejemplo, a partir de una serie de<br />

observaciones celestes, Kepler indujo la órbita elíptica de los<br />

planetas, sabiendo que cuando un objeto aparece en un punto M<br />

y luego en N, ha de recorrer la distancia que va entre M y N. El<br />

ascenso a la causa muchas veces se produce partiendo de la<br />

constancia de ciertos efectos (por ejemplo, enferman todos los que<br />

comen tal tipo de hongos), o de una anomalía dentro de una<br />

regularidad, que ha de ser explicada (por ejemplo, en una<br />

epidemia no enferman unos pocos, porque tienen tal tipo de<br />

defensas en el organismo).<br />

No es exacto afirmar que las ciencias argumentan a partir<br />

del principio de causalidad entendido sólo como sucesión<br />

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