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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

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de la hamaca apartándose los pájaros a manotadas, apareció en la sala de<br />

audiencias apartando a manotadas las t<strong>el</strong>arañas d<strong>el</strong> du<strong>el</strong>o con <strong>el</strong> brazal de luto<br />

y los ojos abotagados de mal dormir, y entonces dio la orden de que pusieran<br />

al nuncio en una balsa de náufrago con provisiones para tres días y lo dejaran<br />

al garete en la ruta de los cruceros de Europa para que todo <strong>el</strong> mundo sepa<br />

cómo terminan los forasteros que levantan la mano contra la majestad de la<br />

patria, y que hasta <strong>el</strong> papa aprenda desde ahora y para siempre que podrá ser<br />

muy papa en Roma con su anillo al dedo en su poltrona de oro, pero que aquí<br />

yo soy <strong>el</strong> que soy yo, carajo, pollerones de mierda. Fue un recurso eficaz, pues<br />

antes d<strong>el</strong> fin de aqu<strong>el</strong> año se instauró <strong>el</strong> proceso de canonización de su madre<br />

Bendición Alvarado cuyo cuerpo incorrupto fue expuesto a la veneración<br />

pública en la nave mayor de la basílica primada, cantaron gloria en los altares,<br />

se derogó <strong>el</strong> estado de guerra que él había proclamado contra la Santa Sede,<br />

viva la paz, gritaban las muchedumbres en la Plaza de Armas, viva Dios,<br />

gritaban, mientras él recibía en audiencia solemne al auditor de la Sagrada<br />

Congregación d<strong>el</strong> Rito y promotor y postulador de la fe, monseñor Demetrio<br />

Aldous, conocido como <strong>el</strong> eritreno, a quien se había encomendado la misión de<br />

escudriñar la vida de Bendición Alvarado hasta que no quedara ni <strong>el</strong> menor<br />

rastro de duda en la evidencia de su santidad, hasta donde usted quiera, padre,<br />

le dijo él, reteniendo su mano entre la suya, pues había experimentado una<br />

confianza inmediata en aqu<strong>el</strong> abisinio cetrino que amaba la vida por encima de<br />

todas las cosas, comía huevos de iguana, mi general, le encantaban las p<strong>el</strong>eas<br />

de gallo, <strong>el</strong> humor de las mulatas, la cumbia, como a nosotros mi general, la<br />

misma vaina, así que las puertas mejor guardadas se abrieron sin reservas por<br />

orden suya para que <strong>el</strong> escrutinio d<strong>el</strong> abogado d<strong>el</strong> diablo no encontrara<br />

tropiezos de ninguna índole, porque nada había oculto como nada había<br />

invisible en su desmesurado reino de pesadumbre que no fuera una prueba<br />

irrefutable de que su madre de mi alma Bendición Alvarado estaba<br />

predestinada a la gloria de los altares, la patria es suya, padre, ahí la tiene, y<br />

ahí la tuvo, por supuesto, la tropa armada impuso <strong>el</strong> orden en <strong>el</strong> palacio de la<br />

Nunciatura Apostólica frente al cual amanecían las filas incontables de<br />

lazarinos restaurados que vinieron a mostrar la pi<strong>el</strong> recién nacida sobre las<br />

llagas, los antiguos inválidos de San Vito vinieron a ensartar agujas ante los<br />

incrédulos, vinieron a mostrar su fortuna los que se habían enriquecido en la

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