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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

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intemperie, su aire libre, sintió en <strong>el</strong> horizonte los tambores de conjuro que<br />

salían al encuentro d<strong>el</strong> desastre, escuchó lamentos lejanos, los rumores de<br />

limo volcánico de las muchedumbres que se prosternaban de terror ante una<br />

criatura ajena a su poder que había precedido y había de trascender los años<br />

de su edad, Sintió él peso d<strong>el</strong> tiempo, padeció por un instante la desdicha de<br />

ser mortal, y entonces lo vio, ahí está, dijo, y ahí estaba, porque él lo conocía,<br />

lo había visto cuando pasó para <strong>el</strong> otro lado d<strong>el</strong> universo, era <strong>el</strong> mismo, reina,<br />

más antiguo que <strong>el</strong> mundo, la doliente medusa de lumbre d<strong>el</strong> tamaño d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />

que a cada palmo de su trayectoria regresaba un millón de años a su origen,<br />

oyeron <strong>el</strong> zumbido de flecos de pap<strong>el</strong> de estaño, vieron su rostro atribulado,<br />

sus ojos anegados de lágrimas, <strong>el</strong> rastro de venenos h<strong>el</strong>ados de su cab<strong>el</strong>lera<br />

desgreñada por los vientos d<strong>el</strong> espacio que iba dejando en <strong>el</strong> mundo un<br />

reguero de polvo radiante de escombros siderales y amaneceres demorados<br />

por lunas de alquitrán y cenizas de cráteres de océanos anteriores a los<br />

orígenes d<strong>el</strong> tiempo de la tierra, ahí lo tienes, reina, murmuró, míralo bien, que<br />

no volveremos a verlo hasta dentro de un siglo, y <strong>el</strong>la se persignó aterrada,<br />

más hermosa que nunca bajo <strong>el</strong> resplandor de fósforo d<strong>el</strong> cometa y con la<br />

cabeza nevada por la llovizna tenue de escombros astrales y sedimentos<br />

c<strong>el</strong>estes, y entonces fue cuando ocurrió, madre mía Bendición Alvarado,<br />

ocurrió que Manu<strong>el</strong>a Sánchez había visto en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o <strong>el</strong> abismo de la eternidad y<br />

tratando de agarrarse de la vida tendió la mano en <strong>el</strong> vacío y <strong>el</strong> único asidero<br />

que encontró fue la mano indeseable con <strong>el</strong> anillo presidencial, su cálida y tersa<br />

mano de rapiña cocinada al rescoldo d<strong>el</strong> fuego lento d<strong>el</strong> poder. Fueron muy<br />

pocos quienes se conmovieron con <strong>el</strong> transcurso bíblico de la medusa de<br />

lumbre que espantó a los venados d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y fumigó a la patria con un rastro<br />

de polvo radiante de escombros siderales, pues aun los más incrédulos<br />

estábamos pendientes de aqu<strong>el</strong>la muerte descomunal que había de destruir los<br />

principios de la cristiandad e implantar los orígenes d<strong>el</strong> tercer testamento,<br />

esperamos en vano hasta <strong>el</strong> amanecer, regresamos a casa más cansados de<br />

esperar que de no dormir por las calles de fin de fiesta donde las mujeres d<strong>el</strong><br />

alba barrían la basura c<strong>el</strong>este de los residuos d<strong>el</strong> cometa, y ni siquiera<br />

entonces nos resignábamos a creer que fuera cierto que nada había pasado,<br />

sino al contrario, que habíamos sido víctimas de un nuevo engaño histórico,<br />

pues los órganos oficiales proclamaron <strong>el</strong> paso d<strong>el</strong> cometa como una victoria

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