30.04.2013 Views

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

atardecer de esta patria de miseria cuyos linderos no había de trasponer jamás,<br />

y no porque tuviera miedo de moverse de la silla en que estaba sentado, según<br />

decían sus enemigos, sino porque un hombre es como un árbol d<strong>el</strong> monte,<br />

madre, como los animales d<strong>el</strong> monte que no salen de la guarida sino para<br />

comer, decía, evocando con la lucidez mortal d<strong>el</strong> duermev<strong>el</strong>a de la siesta <strong>el</strong><br />

soporífero jueves de agosto de hacía tantos años en que se atrevió a confesar<br />

que conocía los límites de su ambición, se lo había rev<strong>el</strong>ado a un guerrero de<br />

otras tierras y otra época a quien recibió a solas en la penumbra ardiente de la<br />

oficina, era un joven tímido, aturdido por la soberbia y señalado desde siempre<br />

por <strong>el</strong> estigma de la soledad, que había permanecido inmóvil en la puerta sin<br />

decidirse a franquearla hasta que sus ojos se acostumbraron a la penumbra<br />

perfumada por un brasero de glicinas en <strong>el</strong> calor y pudo distinguirlo a él<br />

sentado en la poltrona giratoria con <strong>el</strong> puño inmóvil en la mesa desnuda, tan<br />

cotidiano y descolorido que no tenía nada que ver con su imagen pública, sin<br />

escolta y sin armas, con la camisa empapada por un sudor de hombre mortal y<br />

con hojas de salvia pegadas en las sienes para <strong>el</strong> dolor de cabeza, y sólo<br />

cuando me convencí de la verdad increíble de que aqu<strong>el</strong> anciano herrumbroso<br />

era <strong>el</strong> mismo ídolo de nuestra niñez, la encarnación más pura de nuestros<br />

sueños de gloria, sólo entonces entró en <strong>el</strong> despacho y se presentó con su<br />

nombre hablando con la voz clara y firme de quien espera ser reconocido por<br />

sus actos, y él me estrechó la mano con una mano dulce y mezquina, una<br />

mano de obispo, y le prestó una atención asombrada a los sueños fabulosos<br />

d<strong>el</strong> forastero que quería armas y solidaridad para una causa que es también la<br />

suya, exc<strong>el</strong>encia, quería asistencia logística y sustento político para una guerra<br />

sin cuart<strong>el</strong> que barriera de una vez por todas con los regímenes conservadores<br />

desde Alaska hasta la Patagonia, y él se sintió tan conmovido con su<br />

vehemencia que le había preguntado por qué andas en esta vaina, carajo, por<br />

qué te quieres morir, y <strong>el</strong> forastero le había respondido sin un vestigio de pudor<br />

que no hay gloria más alta que morir por la patria, exc<strong>el</strong>encia, y él le replicó<br />

sonriendo de lástima que no seas pendejo, muchacho, la patria es estar vivo, le<br />

dijo, es esto, le dijo, y abrió <strong>el</strong> puño que tenía apoyado en la mesa y le mostró<br />

en la palma de la mano esta bolita de vidrio que es algo que se tiene o no se<br />

tiene, pero que sólo <strong>el</strong> que la tiene la tiene, muchacho, esto es la patria, dijo,<br />

mientras lo despedía con palmaditas en la espalda sin darle nada, ni siquiera <strong>el</strong>

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!