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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

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contestó impasible que no sé de qué niños me está hablando si <strong>el</strong> propio<br />

d<strong>el</strong>egado de su país ante la Sociedad de Naciones había dado fe pública de<br />

que estaban completos y sanos los niños en las escu<strong>el</strong>as, qué carajo, se acabó<br />

la vaina, y sin embargo no pudo impedir que los despertaran a medianoche con<br />

la novedad mi general de que se habían alzado las dos guarniciones más<br />

grandes d<strong>el</strong> país y además <strong>el</strong> cuart<strong>el</strong> d<strong>el</strong> Conde a dos cuadras de la casa<br />

presidencial, una insurrección de las más temibles encabezada por <strong>el</strong> general<br />

Bonivento Barboza que se había atrincherado con mil quinientos hombres de<br />

tropa muy bien armados y bien abastecidos con pertrechos comprados de<br />

contrabando a través de cónsules adictos a los políticos de oposición, de modo<br />

que las cosas no están para chuparse <strong>el</strong> dedo mi general, ahora sí nos llevó <strong>el</strong><br />

carajo. En otra época, aqu<strong>el</strong>la subversión volcánica habría sido un estímulo<br />

para su pasión por <strong>el</strong> riesgo, pero él sabía mejor que nadie cuál era <strong>el</strong> peso<br />

verdadero de su edad, que apenas si le alcanzaba la voluntad para resistir a los<br />

estragos de su mundo secreto, que en las noches de invierno no conseguía<br />

dormir sin antes aplacar en <strong>el</strong> cuenco de la mano con un arrullo de ternura de<br />

duérmete mi ci<strong>el</strong>o al niño de silbidos de dolor d<strong>el</strong> testículo herniado, que se le<br />

iban los ánimos sentado en <strong>el</strong> retrete empujando su alma gota a gota como a<br />

través de un filtro entorpecido por <strong>el</strong> verdín de tantas noches de orinar solitario,<br />

que se le descosían los recuerdos, que no acertaba a ciencia cierta a conocer<br />

quién era quién, ni de parte de quién, a merced de un destino in<strong>el</strong>udible en<br />

aqu<strong>el</strong>la casa de lástima que hace tiempo hubiera cambiado por otra, lejos de<br />

aquí, en cualquier moridero de indios donde nadie supiera que había sido<br />

presidente único de la patria durante tantos y tan largos años que ni él mismo<br />

los había contado, y sin embargo, cuando <strong>el</strong> general Rodrigo de Aguilar se<br />

ofreció como mediador para negociar un compromiso decoroso con la<br />

subversión no se encontró con <strong>el</strong> anciano l<strong>el</strong>o que se quedaba dormido en las<br />

audiencias sino con <strong>el</strong> antiguo carácter de bisonte que sin pensarlo un instante<br />

contestó que ni de vainas, que no se iba, aunque no era cuestión de irse o de<br />

no irse sino que todo está contra nosotros mi general, hasta la iglesia, pero él<br />

dijo que no, la iglesia está con <strong>el</strong> que manda, dijo, los generales d<strong>el</strong> mando<br />

supremo reunidos desde hacía 48 horas no habían logrado ponerse de<br />

acuerdo, no importa dijo él, ya verás cómo se deciden cuando sepan quién les<br />

paga más, los dirigentes de la oposición civil habían dado por fin la cara y

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