30.04.2013 Views

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Lautaro Muñoz, <strong>el</strong> más diestro y capaz de los catorce generales federalistas<br />

que se habían sucedido en <strong>el</strong> poder por atentados sucesivos durante once<br />

años de rivalidades sangrientas pero también <strong>el</strong> único que se atrevió a decirle<br />

que no en su propia lengua al cónsul de los ingleses, y ahí estaba tirado como<br />

un lebranche, descalzo, padeciendo <strong>el</strong> castigo de su temeridad con <strong>el</strong> cráneo<br />

astillado por un tiro de pistola que se disparó en <strong>el</strong> paladar después de matar a<br />

su mujer y a su hija y a sus cuarenta y dos caballos andaluces para que no<br />

cayeran en poder de la expedición punitiva de la escuadra británica, y entonces<br />

fue cuando <strong>el</strong> comandante Kitchener me dijo señalando <strong>el</strong> cadáver que ya lo<br />

ves, general, así es cómo terminan los que levantan la mano contra su padre,<br />

no se te olvide cuando estés en tu reino, le dijo, aunque ya estaba, al cabo de<br />

tantas noches de insomnios de espera, tantas rabias aplazadas, tantas<br />

humillaciones digeridas, ahí estaba, madre, proclamado comandante supremo<br />

de las tres armas y presidente de la república por tanto tiempo cuanto fuera<br />

necesario para <strong>el</strong> restablecimiento d<strong>el</strong> orden y <strong>el</strong> equilibrio económico de la<br />

nación, lo habían resu<strong>el</strong>to por unanimidad los últimos caudillos de la federación<br />

con <strong>el</strong> acuerdo d<strong>el</strong> senado y la cámara de diputados en pleno y <strong>el</strong> respaldo de<br />

la escuadra británica por mis tantas y tan difíciles noches de dominó con <strong>el</strong><br />

cónsul Macdonall, sólo que ni yo ni nadie lo creyó al principio, por supuesto,<br />

quién lo iba a creer en <strong>el</strong> tumulto de aqu<strong>el</strong>la noche de espanto si la propia<br />

Bendición Alvarado no acababa todavía de creerlo en su lecho de podredumbre<br />

cuando evocaba <strong>el</strong> recuerdo d<strong>el</strong> hijo que no encontraba por dónde empezar a<br />

gobernar en aqu<strong>el</strong> desorden, no hallaban ni una hierba de cocimiento para la<br />

calentura en aqu<strong>el</strong>la casa inmensa y sin muebles en la cual no quedaba nada<br />

de valor sino los óleos apolillados de los virreyes y los arzobispos de la<br />

grandeza muerta de España, todo lo demás se lo habían ido llevando poco a<br />

poco los presidentes anteriores para sus dominios privados, no dejaron ni<br />

rastro d<strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de colgaduras de episodios heroicos en las paredes, los<br />

dormitorios estaban llenos de desperdicios de cuart<strong>el</strong>, había por todas partes<br />

vestigios olvidados de masacres históricas y consignas escritas con un dedo de<br />

sangre por presidentes ilusorios de una sola noche, pero no había siquiera un<br />

petate donde acostarse a sudar una calentura, de modo que su madre<br />

Bendición Alvarado arrancó una cortina para envolverme y lo dejó acostado en<br />

un rincón de la escalera principal mientras <strong>el</strong>la barrió con la escoba de ramas

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!