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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

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consiguiente son metódicos en la cru<strong>el</strong>dad y refractarios a la compasión, eran<br />

<strong>el</strong>los quienes hacían posible <strong>el</strong> progreso dentro d<strong>el</strong> orden, eran <strong>el</strong>los quienes se<br />

anticipaban a las conspiraciones mucho antes de que empezaran a incubar en<br />

<strong>el</strong> pensamiento, los clientes distraídos que tomaban <strong>el</strong> fresco bajo los abanicos<br />

de aspas de las h<strong>el</strong>aderías, los que leían <strong>el</strong> periódico en las fondas de los<br />

chinos, los que se dormían en los cines, los que cedían <strong>el</strong> puesto a las señoras<br />

encinta en los autobuses, los que habían aprendido a ser <strong>el</strong>ectricistas y<br />

plomeros después de haber pasado media vida de atracadores nocturnos y<br />

bandoleros de veredas, los novios casuales de las sirvientas, las putas de los<br />

trasatlánticos y los bares internacionales, los promotores de excursiones<br />

turísticas a los paraísos d<strong>el</strong> Caribe en las agencias de viajes de Miami, <strong>el</strong><br />

secretario privado d<strong>el</strong> ministro de asuntos exteriores de Bélgica, la cuidanta<br />

vitalicia d<strong>el</strong> corredor tenebroso d<strong>el</strong> cuarto piso d<strong>el</strong> Hot<strong>el</strong> Internacional de<br />

Moscú, y tantos otros que nadie sabe hasta en <strong>el</strong> último rincón de la tierra, pero<br />

usted puede dormir tranquilo mi general pues los buenos patriotas de la patria<br />

dicen que usted no sabe nada, que todo esto sucede sin su consentimiento,<br />

que si mi general lo supiera habría mandado a Sáenz de la Barra a empujar<br />

margaritas en <strong>el</strong> cementerio de renegados de la fortaleza d<strong>el</strong> puerto, que cada<br />

vez que se enteraban de un nuevo acto de barbarie suspiraban para adentro si<br />

<strong>el</strong> general lo supiera, si pudiéramos hacérs<strong>el</strong>o saber, si hubiera una manera de<br />

verlo, y él le ordenó a quien se lo había contado que no olvidara nunca que de<br />

verdad yo no sé nada, ni he visto nada, ni he hablado de estas cosas con<br />

nadie, y así recobraba <strong>el</strong> sosiego, pero seguían llegando tantos talegos de<br />

cabezas cortadas que no le parecía concebible que José Ignacio Sáenz de la<br />

Barra se embarrara de sangre hasta la tonsura sin ningún beneficio porque la<br />

gente es pendeja pero no tanto, ni le parecía razonable que pasaron años<br />

enteros sin que los comandantes de las tres armas protestaran por su<br />

condición subalterna, ni pedían aumento de su<strong>el</strong>do, nada, de modo que él<br />

había echado sondas por separado para tratar de establecer las causas de la<br />

conformidad militar, quería averiguar por qué no trataban de reb<strong>el</strong>arse, por qué<br />

aceptaban la potestad de un civil, y les había preguntado a los más codiciosos<br />

si no pensaban que ya era tiempo de cortarle la cresta al advenedizo<br />

sanguinario que estaba salpicando los méritos de las fuerzas armadas, pero le<br />

habían contestado que por supuesto que no mi general, no es para tanto, y

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