gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca
gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
p<strong>el</strong>lejo color de hi<strong>el</strong> punteado de lunares de decrepitud sin una sola cicatriz y<br />
con bolsas vacías por todas partes como si hubiera sido muy gordo en otra<br />
época, le quedaban apenas las cuencas desocupadas de los ojos que habían<br />
sido taciturnos, y lo único que no parecía de acuerdo con sus proporciones,<br />
salvo <strong>el</strong> testículo herniado, eran los pies enormes, cuadrados y planos con<br />
uñas rocallosas y torcidas de gavilán. Al contrario de la ropa, las descripciones<br />
de sus historiadores le quedaban grandes, pues los textos oficiales de los<br />
parvularios lo referían como un <strong>patriarca</strong> de tamaño descomunal que nunca<br />
salía de su casa porque no cabía por las puertas, que amaba a los niños y a las<br />
golondrinas, que conocía <strong>el</strong> lenguaje de algunos animales, que tenía la virtud<br />
de anticiparse a los designios de la naturaleza, que adivinaba <strong>el</strong> pensamiento<br />
con sólo mirar a los ojos y conocía <strong>el</strong> secreto de una sal de virtud para sanar<br />
las lacras de los leprosos y hacer caminar a los paralíticos. Aunque todo rastro<br />
de su origen había desaparecido de los textos, se pensaba que era un hombre<br />
de los páramos por su apetito desmesurado de poder, por la naturaleza de su<br />
gobierno, por su conducta lúgubre, por la inconcebible maldad d<strong>el</strong> corazón con<br />
que le vendió <strong>el</strong> mar a un poder extranjero y nos condenó a vivir frente a esta<br />
llanura sin horizonte de áspero polvo lunar cuyos crepúsculos sin fundamento<br />
nos dolían en <strong>el</strong> alma. Se estimaba que en <strong>el</strong> transcurso de su vida debió tener<br />
más de cinco mil hijos, todos sietemesinos, con las incontables amantes sin<br />
amor que se sucedieron en su serrallo hasta que él estuvo en condiciones de<br />
complacerse con <strong>el</strong>las, pero ninguno llevó su nombre ni su ap<strong>el</strong>lido, salvo <strong>el</strong><br />
que tuvo con Leticia Nazareno que fue nombrado general de división con<br />
jurisdicción y mando en <strong>el</strong> momento de nacer, porque él consideraba que nadie<br />
era hijo de nadie más que de su madre, y sólo de <strong>el</strong>la. Esta certidumbre<br />
parecía válida inclusive para él, pues se sabía que era un hombre sin padre<br />
como los déspotas más ilustres de la historia, que <strong>el</strong> único pariente que se le<br />
conoció y tal vez <strong>el</strong> único que tuvo fue su madre de mi alma Bendición Alvarado<br />
a quien los textos escolares atribuían <strong>el</strong> prodigio de haberlo concebido sin<br />
concurso de varón y de haber recibido en un sueño las claves herméticas de su<br />
destino mesiánico, y a quien él proclamó por decreto matriarca de la patria con<br />
<strong>el</strong> argumento simple de que madre no hay sino una, la mía, una rara mujer de<br />
origen incierto cuya simpleza de alma había sido <strong>el</strong> escándalo de los fanáticos<br />
de la dignidad presidencial en los orígenes de su régimen, porque no podían