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anciano irreparable fuera <strong>el</strong> mismo hombre mesiánico que en los orígenes de<br />

su régimen aparecía en los pueblos a la hora menos pensada sin más escolta<br />

que un guajiro descalzo con un machete de zafra y un reducido séquito de<br />

diputados y senadores que él mismo designaba con <strong>el</strong> dedo según los impulsos<br />

de su digestión, se informaba sobre <strong>el</strong> rendimiento de las cosechas y <strong>el</strong> estado<br />

de salud de los animales y la conducta de la gente, se sentaba en un mecedor<br />

de bejuco a la sombra de los palos de mango de la plaza abanicándose con <strong>el</strong><br />

sombrero de capataz que entonces usaba, y aunque parecía adormilado por <strong>el</strong><br />

calor no dejaba sin esclarecer un solo detalle de cuanto conversaba con los<br />

hombres y mujeres que había convocado en torno suyo llamándolos por sus<br />

nombres y ap<strong>el</strong>lidos como si tuviera dentro de la cabeza un registro escrito de<br />

los habitantes y las cifras y los problemas de toda la nación, de modo que me<br />

llamó sin abrir los ojos, ven acá Jacinta Morales, me dijo, cuéntame qué fue d<strong>el</strong><br />

muchacho a quien él mismo había barbeado <strong>el</strong> año anterior para que se tomara<br />

un frasco de aceite de ricino, y tú, Juan Prieto, me dijo, cómo está tu toro de<br />

siembra que él mismo había tratado con oraciones de peste para que se le<br />

cayeran los gusanos de las orejas, y tú Matilde Peralta, a ver qué me das por<br />

devolverte entero al prófugo de tu marido, ahí lo tienes, arrastrado por <strong>el</strong><br />

pescuezo con una cabuya y advertido por él en persona de que se iba a pudrir<br />

en <strong>el</strong> cepo chino la próxima vez que tratara de abandonar a la esposa legítima,<br />

y con <strong>el</strong> mismo sentido d<strong>el</strong> gobierno inmediato había ordenado a un matarife<br />

que le cortara las manos en espectáculo público a un tesorero pródigo, y<br />

arrancaba los tomates de un huerto privado y se los comía con ínfulas de buen<br />

conocedor en presencia de sus agrónomos diciendo que a esta tierra le falta<br />

mucho cagajón de burro macho, que se lo echen por cuenta d<strong>el</strong> gobierno,<br />

ordenaba, e interrumpió <strong>el</strong> paseo cívico y me gritó por la ventana muerto de<br />

risa ajá Lorenza López cómo va esa máquina de coser que él me había<br />

regalado veinte años antes, y yo le contesté que ya rindió su alma a Dios,<br />

general, imagínese, las cosas y la gente no estamos hechas para durar toda la<br />

vida, pero él replicó que al contrario, que <strong>el</strong> mundo es eterno, y entonces se<br />

puso a desarmar la máquina con un destornillador y una alcuza indiferente a la<br />

comitiva oficial que lo esperaba en medio de la calle, a veces se le notaba la<br />

desesperación en los resu<strong>el</strong>los de toro y se embadurnó hasta la cara de aceite<br />

de motor, pero al cabo de casi tres horas la máquina volvió a coser como

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