gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca
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uleta porque Bendición Alvarado les rev<strong>el</strong>aba los números en <strong>el</strong> sueño, los que<br />
tuvieron noticias de sus perdidos, los que encontraron a sus ahogados, los que<br />
nada habían tenido y ahora lo tenían todo, vinieron, desfilaron sin tregua por la<br />
ardiente oficina decorada con los arcabuces de matar caníbales y las tortugas<br />
prehistóricas de Sir Walter Raleigh donde <strong>el</strong> eritreno incansable escuchaba a<br />
todos sin preguntar, sin intervenir, ensopado en sudor, ajeno a la peste de<br />
humanidad en descomposición que se iba acumulando en la oficina enrarecida<br />
por <strong>el</strong> humo de sus cigarros de los más ordinarios, tomaba notas minuciosas de<br />
las declaraciones de los testigos y los hacía firmar aquí, con <strong>el</strong> nombre<br />
completo, o con una cruz, o como usted mi general con la hu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> dedo,<br />
como fuera, pero firmaban, entraba <strong>el</strong> siguiente, igual que <strong>el</strong> anterior, yo estaba<br />
tísico, padre, decía, yo estaba tísico, escribía <strong>el</strong> eritreno, y ahora oiga cómo<br />
canto, yo era impotente, padre, y ahora míreme cómo ando todo <strong>el</strong> día, yo era<br />
impotente, escribía con tinta ind<strong>el</strong>eble para que su escritura rigurosa estuviera<br />
a salvo de enmiendas hasta <strong>el</strong> término de la humanidad, yo tenía un animal<br />
vivo dentro de la barriga, padre, yo tenia un animal vivo, escribía sin piedad,<br />
intoxicado de café cerrero, envenenado d<strong>el</strong> tabaco rancio d<strong>el</strong> cigarro que<br />
encendía con <strong>el</strong> cabo d<strong>el</strong> anterior, despechugado como un boga mi general,<br />
qué cura tan macho, sí señor, decía él, muy macho, a cada quien lo suyo,<br />
trabajando sin tregua, sin comer nada para no perder <strong>el</strong> tiempo hasta bien<br />
entrada la noche, pero aun entonces no se daba al descanso sino que aparecía<br />
recién bañado en las fondas d<strong>el</strong> mu<strong>el</strong>le con la sotana de lienzo remendada con<br />
parches cuadrados, llegaba muerto de hambre, se sentaba en <strong>el</strong> largo mesón<br />
de tablas a compartir <strong>el</strong> sancocho de bocachico con los estibadores,<br />
descuartizaba <strong>el</strong> pescado con los dedos, trituraba hasta los huesos con<br />
aqu<strong>el</strong>los dientes luciferinos que tenían su propia lumbre en la oscuridad, se<br />
tomaba la sopa por <strong>el</strong> borde d<strong>el</strong> plato como los coralibes mi general, si usted lo<br />
viera, confundido con <strong>el</strong> paraco humano de los v<strong>el</strong>eros astrosos que zarpaban<br />
cargados de marimondas y guineo verde, cargados de remesas de putas<br />
biches para los hot<strong>el</strong>es de vidrio de Curazao, para Guantánamo, padre, para<br />
Santiago de los Caballeros que ni siquiera tiene mar para llegar, padre, para las<br />
islas más b<strong>el</strong>las y más tristes d<strong>el</strong> mundo con que seguíamos soñando hasta los<br />
primeros resplandores d<strong>el</strong> alba, padre, acuérdese qué distintos nos<br />
quedábamos cuando las goletas se iban, acuérdese d<strong>el</strong> loro que adivinaba <strong>el</strong>