30.04.2013 Views

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

tetas grandes y ciegas, de manos torpes, de sexo abrupto, de cab<strong>el</strong>los<br />

cortados con tijeras de podar, de dientes separados y firmes como hachas, de<br />

nariz escasa, de pies planos, una novicia mediocre, como todas, pero él sintió<br />

que era la única mujer en la piara de mujeres desnudas, la única que al pasar<br />

frente a él sin mirarlo dejó un rastro oscuro de animal de monte que se llevó mi<br />

aire de vivir y apenas si tuvo tiempo de cambiar la mirada imperceptible para<br />

verla por segunda vez para siempre jamás cuando <strong>el</strong> oficial de los servicios de<br />

identificación encontró <strong>el</strong> nombre por orden alfabético en la nómina y gritó<br />

Nazareno Leticia, y <strong>el</strong>la contestó con voz de hombre, presente. Así la tuvo por<br />

<strong>el</strong> resto de su vida, presente, hasta que las últimas nostalgias se le escurrieron<br />

por las grietas de la memoria y sólo permaneció la imagen de <strong>el</strong>la en la tira de<br />

pap<strong>el</strong> en que había escrito Leticia Nazareno de mi alma mira en lo que he<br />

quedado sin ti, la escondió en <strong>el</strong> resquicio donde guardaba la mi<strong>el</strong> de abeja, la<br />

r<strong>el</strong>eía cuando sabía que no era visto, la volvía a enrollar después de revivir por<br />

un instante fugaz la tarde inmemorial de lluvias radiantes en que lo<br />

sorprendieron con la novedad mi general de que te habían repatriado en<br />

cumplimiento de una orden que él no dio, pues no había hecho más que<br />

murmurar Leticia Nazareno mientras contemplaba <strong>el</strong> último carguero de ceniza<br />

que se hundió en <strong>el</strong> horizonte, Leticia Nazareno, repitió en voz alta para no<br />

olvidar <strong>el</strong> nombre, y eso había bastado para que los servicios de la seguridad<br />

presidencial la secuestraran d<strong>el</strong> convento de Jamaica y la sacaron amordazada<br />

y con una camisa de fuerza dentro de una caja de pino con sunchos lacrados y<br />

letreros de alquitrán de frágil do not drop this side up y una licencia de<br />

exportación en regla con la debida franquicia consular de dos mil ochocientas<br />

copas de champaña de cristal legítimo para la bodega presidencial, la<br />

embarcaron de regreso en la bodega de un barco carbonero y la pusieron<br />

desnuda y narcotizada en la cama de capit<strong>el</strong>es d<strong>el</strong> dormitorio de invitados de<br />

honor como él había de recordarla a las tres de la tarde bajo la luz de harina<br />

d<strong>el</strong> mosquitero, tenía <strong>el</strong> mismo sosiego de sueño natural de otras tantas<br />

mujeres inertes que le habían servido sin solicitarlas y que él había hecho<br />

suyas en aqu<strong>el</strong> cuarto sin despertarlas siquiera d<strong>el</strong> letargo de luminal y<br />

atormentado por un terrible sentimiento de desamparo y de derrota, sólo que a<br />

Leticia Nazareno no la tocó, la contempló dormida con una especie de asombro<br />

infantil sorprendido de cuánto había cambiado su desnudez desde que la vio en

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!