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gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

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magnolias silvestres donde pacían las ovejas de tibia lana que nos<br />

proporcionaban sustento generoso y abrigo y buen ejemplo y las mansiones de<br />

los cafetales con sus guirnaldas de pap<strong>el</strong> en los balcones solitarios y sus<br />

enfermos interminables y <strong>el</strong> fragor perpetuo de los ríos turbulentos de los<br />

límites arcifinios donde empezaba <strong>el</strong> calor y había al atardecer unas ráfagas<br />

pestilentes de muerto viejo muerto a traición muerto solo en las plantaciones de<br />

cacao de grandes hojas persistentes y flores encarnadas y frutos de baya<br />

cuyas semillas se usaban como principal ingrediente d<strong>el</strong> chocolate y <strong>el</strong> sol<br />

inmóvil y <strong>el</strong> polvo ardiente y la cucúrbita pepo y la cucúrbita m<strong>el</strong>o y las vacas<br />

flacas y tristes d<strong>el</strong> departamento d<strong>el</strong> atlántico en la única escu<strong>el</strong>a de caridad a<br />

doscientas leguas a la redonda y la exhalación de la mula todavía viva que se<br />

despanzurró con una explosión de guanábana suculenta entre las matas de<br />

guineo y las gallinitas espantadas d<strong>el</strong> fondo d<strong>el</strong> abismo, carajo, lo venadearon,<br />

mi general, lo habían cazado con un rifle de tigre en <strong>el</strong> desfiladero d<strong>el</strong> Ánima<br />

Sola a pesar d<strong>el</strong> amparo de mi autoridad, hijos de puta, a pesar de mis<br />

t<strong>el</strong>egramas terminantes, carajo, pero ahora van a saber quién es quién,<br />

roncaba, masticaba espuma de hi<strong>el</strong> no tanto por la rabia de la desobediencia<br />

como por la certeza de que algo grande le ocultaban si se habían atrevido a<br />

contrariar las cent<strong>el</strong>las de su poder, vigilaba <strong>el</strong> aliento de quienes lo informaban<br />

porque sabía que sólo quien conociera la verdad tendría valor para mentirle,<br />

escudriñaba las intenciones secretas d<strong>el</strong> alto mando para ver cuál de <strong>el</strong>los era<br />

<strong>el</strong> traidor, tú a quien saqué de la nada, tú a quien puse a dormir en cama de oro<br />

después de haberte encontrado por los su<strong>el</strong>os, tú a quien salvé la vida, tú a<br />

quien compré por más dinero que a cualquiera, todos ustedes, hijos de mala<br />

madre, pues sólo uno de <strong>el</strong>los podía atreverse a deshonrar un t<strong>el</strong>egrama<br />

firmado con mi nombre y refrendado con <strong>el</strong> lacre d<strong>el</strong> anillo de su poder, de<br />

modo que asumió <strong>el</strong> mando personal de la operación de rescate con la orden<br />

irrepetible de que en un plazo máximo de cuarentiocho horas lo encuentren<br />

vivo y me lo traen y si lo encuentran muerto me lo traen vivo y si no lo<br />

encuentran me lo traen, una orden tan inequívoca y temible que antes d<strong>el</strong> plazo<br />

previsto le vinieron con la novedad mi general de que lo habían encontrado en<br />

los matorrales d<strong>el</strong> precipicio con las heridas cauterizadas por las flores de oro<br />

de los frailejones, más vivo que nosotros, mi general, sano y salvo por la virtud<br />

de su madre Bendición Alvarado que una vez más daba muestras de su

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