30.04.2013 Views

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-el-otoc3b1o-del-patriarca

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

mismo cuando su médico personal <strong>el</strong> ministro de la salud le examinaba la<br />

retina con una lupa cada vez que lo invitaba a almorzar, le contaba <strong>el</strong> pulso,<br />

quería obligarlo a tomar cucharadas de ceregén para taparme los sumideros de<br />

la memoria, qué vaina, cucharadas a mí que no he tenido más tropiezos en<br />

esta vida que las tercianas de la guerra, a la mierda doctor, se quedó comiendo<br />

solo en la mesa sola con las espaldas vu<strong>el</strong>tas hacia <strong>el</strong> mundo como <strong>el</strong> erudito<br />

embajador Maryland le había dicho que comían los reyes de Marruecos, comía<br />

con <strong>el</strong> tenedor y <strong>el</strong> cuchillo y la cabeza erguida de acuerdo con las normas<br />

severas de una maestra olvidada, recorría la casa entera buscando los frascos<br />

de mi<strong>el</strong> cuyos escondites se le perdían a las pocas horas y encontraba por<br />

equivocación los pitillos de márgenes de memoriales que él escribía en otra<br />

época para no olvidar nada cuando ya no pudiera acordarse de nada, leyó en<br />

uno que mañana es martes, leyó que había una cifra en tu blanco pañu<strong>el</strong>o roja<br />

cifra de un nombre que no era <strong>el</strong> tuyo mi dueño, leyó intrigado Leticia Nazareno<br />

de mi alma mira en lo que he quedado sin ti, leía Leticia Nazareno por todas<br />

partes sin poder entender que alguien fuera tan desdichado para dejar aqu<strong>el</strong><br />

reguero de suspiros escritos, y sin embargo era mi letra, la única caligrafía de<br />

mano izquierda que se encontraba entonces en las paredes de los excusados<br />

donde escribía para consolarse que viva <strong>el</strong> general, que viva, carajo, curado de<br />

raíz de la rabia de haber sido <strong>el</strong> más débil de los militares de tierra mar y aire<br />

por una prófuga de clausura de la cual no quedaba sino <strong>el</strong> nombre escrito a<br />

lápiz en tiras de pap<strong>el</strong> como él lo había resu<strong>el</strong>to cuando ni siquiera quiso tocar<br />

las cosas que los edecanes pusieron sobre <strong>el</strong> escritorio y ordenó sin mirarlas<br />

que se lleven esos zapatos, esas llaves, todo cuanto pudiera evocar la imagen<br />

de sus muertos, que pusieran todo lo que fue de <strong>el</strong>los dentro d<strong>el</strong> dormitorio de<br />

sus siestas desaforadas y tapiaran las puertas y las ventanas con la orden final<br />

de no entrar en ese cuarto ni por orden mía, carajo, sobrevivió al escalofrío<br />

nocturno de los aullidos de pavor de los perros encadenados en <strong>el</strong> patio<br />

durante muchos meses porque pensaba que cualquier daño que les hiciera<br />

podía dolerle a sus muertos, se abandonó en la hamaca, temblando de la rabia<br />

de saber quiénes eran los asesinos de su sangre y tener que soportar la<br />

humillación de verlos en su propia casa porque en aqu<strong>el</strong> momento carecía de<br />

poder contra <strong>el</strong>los, se había opuesto a cualquier clase de honores póstumos,<br />

había prohibido las visitas de pésame, <strong>el</strong> luto, esperaba su hora meciéndose de

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!