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clemencia y su poder en la propia persona de quien había tratado de perjudicar<br />

su memoria, lo bajaron por trochas de indios en una hamaca colgada de un<br />

palo con una escolta de granaderos y precedido por un alguacil de a caballo<br />

que tocaba un cencerro de misa mayor para que todo <strong>el</strong> mundo supiera que<br />

esto es asunto d<strong>el</strong> que manda, lo pusieron en <strong>el</strong> dormitorio de invitados de<br />

honor de la casa presidencial bajo la responsabilidad inmediata d<strong>el</strong> ministro de<br />

la salud hasta que pudo dar término final al terrible expediente escrito de su<br />

puño y letra y refrendado con sus iniciales en la margen derecha de cada uno<br />

de los trescientos cincuenta folios de cada uno de los estos siete volúmenes<br />

que firmo con mi nombre y mi rúbrica y garantizo con mi s<strong>el</strong>lo a los catorce días<br />

d<strong>el</strong> mes de abril de este año de gracia de Nuestro Señor, yo, Demetrio Aldous,<br />

auditor de la Sagrada Congregación d<strong>el</strong> Rito, postulador y promotor de la fe,<br />

por mandato de la Constitución Inmensa y para esplendor de la justicia de los<br />

hombres en la tierra y mayor gloria de Dios en los ci<strong>el</strong>os afirmo y demuestro<br />

que ésta es la única verdad, toda la verdad y nada más que la verdad,<br />

exc<strong>el</strong>encia, aquí la tiene. Allí estaba, en efecto, cautiva en siete biblias<br />

lacradas, tan in<strong>el</strong>udible y brutal que sólo un hombre inmune a los hechizos de<br />

la gloria y ajeno a los intereses de su poder se atrevió a exponerla en carne<br />

viva ante <strong>el</strong> anciano impasible que lo escuchó sin parpadear abanicándose en<br />

<strong>el</strong> mecedor de mimbre, que apenas suspiraba después de cada rev<strong>el</strong>ación<br />

mortal, que apenas decía ajá cada vez que veía encenderse la luz de la<br />

verdad, ajá, repetía, espantando con <strong>el</strong> sombrero las moscas de abril<br />

alborotadas por las sobras d<strong>el</strong> almuerzo, tragando verdades enteras, amargas,<br />

verdades como brasas que le quedaban ardiendo en las tinieblas d<strong>el</strong> corazón,<br />

pues todo había sido una farsa, exc<strong>el</strong>encia, un aparato de farándula que él<br />

mismo montó sin proponérs<strong>el</strong>o cuando decidió que <strong>el</strong> cadáver de su madre<br />

fuera expuesto a la veneración pública en un catafalco de hi<strong>el</strong>o mucho antes de<br />

que nadie pensara en los méritos de tu santidad y sólo por desmentir la<br />

maledicencia de que estabas podrida antes de morir, un engaño de circo en <strong>el</strong><br />

cual él mismo había incurrido sin saberlo desde que le vinieron con la novedad<br />

mi general de que su madre Bendición Alvarado estaba haciendo milagros y<br />

había ordenado que llevaran <strong>el</strong> cuerpo en procesión magnifica hasta los<br />

rincones más ignotos de su vasto país sin estatuas para que nadie se quedara<br />

sin conocer <strong>el</strong> premio a tus virtudes después de tantos años de mortificaciones

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