Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española
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llamada así, y el proceso obsesivo, desde el punto de vista espírita,<br />
descubrir donde comienza una y acaba el otro, y viceversa, sigue la<br />
transcripción de parte de la antigua autodescripción de un sacerdote<br />
Surin, retirada de Ideler (Versnch einer Theorie des religiösen, Tomo I,<br />
páginas 392 y siguientes), a pesar de la formulación del aludido sacerdote<br />
basarse en la fe dogmática y muy concreta, estudiando Jaspers la unidad<br />
del yo, a su ver, diferente de la duplicación o disociación de la<br />
personalidad:<br />
“La cosa llegó a tal punto que Dios, a mi ver, debido a mis pecados,<br />
permitió –tal vez nunca se haya visto eso en la Iglesia–, que el demonio<br />
abandonase el cuerpo de los posesos (que el sacerdote exorcizara) y<br />
entrando en mi propio cuerpo, me lanzase al suelo, y me tratase varias<br />
horas como un energúmeno entre las convulsiones más violentas. No<br />
puedo describir lo que pasó conmigo entonces, y cómo este espíritu se<br />
unió con el mío, pero, sin robarme la conciencia y la libertad de mi alma.<br />
A pesar de eso actuaba como otro yo, como si yo tuviese dos almas.<br />
Una colocada fuera del alcance y uso del cuerpo, postergada, por decirlo<br />
así, para un canto, la otra, la que entró, actuando libremente. Ambos<br />
espíritus luchan en la misma región del cuerpo, y el alma está como<br />
dividida. En una parte de su ser se halla subyugada a las impresiones del<br />
demonio y en la otra obedece a sus propios movimientos o a los que<br />
Dios le dio. Al mismo tiempo experimento una paz profunda de acuerdo<br />
con la voluntad de Dios, sin saber de dónde proviene en mí el terrible<br />
furor y el asco contra Dios, la furia de liberarme de él, de lo cual todos<br />
se admiraban. Simultáneamente experimento una gran alegría y<br />
mansedumbre, que se derrama en quejas y gritos como los del demonio.<br />
Siento la condenación y la temo. Es como si yo fuese atravesado por<br />
aguijones de desesperación en el alma extraña que es por decirlo así la<br />
mía. Mientras eso ocurre, la otra alma llena de confianza grita libremente<br />
plagas y ridiculeces contra el autor de mi sufrimiento. Los alaridos de mi<br />
boca brotan simétricamente de ambos lados y sólo con esfuerzo puedo<br />
distinguir si actúa en ellos el placer o la ira furiosa. El temblor violento<br />
que se posesiona de mí, al aproximarse el Sacramento, parece provenir<br />
tanto de la indignación por su presencia como de la veneración cordial y<br />
tierna, y no me es posible refrenarlo. Al querer hacer, por impulso, una<br />
de las almas, la señal de la cruz, la otra alma me impide con extrema<br />
108 ANUARIO ESPÍRITA