Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española
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Estaba en medio de esa conversación con Mikhailo cuando oyó<br />
tocar el picaporte de la puerta. Miraron por la ventana, alguien llegara a<br />
caballo y estaba amarrando el animal. Abrieron la puerta. Entró el mismo<br />
lacayo que estuviera allí con el barín.<br />
–Buen día.<br />
–Buen día para usted. ¿Qué desea?<br />
–Mi patrona me mandó aquí, con respecto a un par de botas.<br />
–¿Qué es lo que tienen las botas?<br />
–Lo siguiente. Mi barín no va a precisar de ellas. Él partió de este<br />
mundo.<br />
–¿Qué es lo que usted está diciendo?<br />
–Él no vivió lo suficiente para llegar a casa, cuando salió de aquí.<br />
Murió en el trineo. Cuando el trineo llegó a casa, fuimos a ayudarlo a<br />
descender, pero lo encontramos allí, caído como si fuese un saco, muerto<br />
como una piedra, y necesitamos de toda nuestra fuerza para retirarlo del<br />
trineo. Y su esposa me mandó aquí, diciendo: “Diga al zapatero, a quien su<br />
barín acabó de encomendar las botas con el cuero que dejó allá – dígale<br />
que las botas ya no son necesarias y que él debe hacer un par de chinelas<br />
para el cadáver, y con toda la rapidez posible”. Yo debo esperar aquí hasta<br />
que ellas estén prontas y llevarlas para casa conmigo. Fue por eso que<br />
vine aquí.<br />
Mikhailo tomó el resto del cuero de la mesa, lo enrolló, tomó también<br />
las chinelas, que estaban listas, los amarró juntos, los limpió con el delantal<br />
y los entregó al joven lacayo. El joven lo recibió.<br />
–¡Adiós amigos! ¡Buena suerte para ambos!<br />
!<br />
Pasó otro año y, después, dos más y, en ese momento, Mikhailo<br />
completaba cinco años morando en la casa de Semyon. Vivía de la misma<br />
manera que antes. Nunca iba a ninguna parte, permanecía callado y, durante<br />
196 ANUARIO ESPÍRITA