Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española

Cuando el obispo ordenaba la interdicción del convento y la segregación de
las monjas, sin más tardar la epidemia cesaba, pero, se esparcía con celeridad
cuando era combatida en público por los sacerdotes exorcistas. Todas esas
epidemias pueden identificarse, conforme a los síntomas individuales
descritos en ellas, como fenómenos esencialmente histéricos, de contenido
variable según el ambiente y las concepciones vigentes. ¿Por qué las hubo
en ciertos tiempos y no en todos? ¿Por qué ya no ocurren? Se puede responder
que esas epidemias aún ocurren en la actualidad, sí bien en mínima medida;
pero que ya no se esparcen; por el contrario, se sofocan en el germen por el
hecho de que no corresponden a las concepciones y expectativas de las
multitudes, ni cualesquiera creencias o temores supersticiosos. Es cierto
que existen pequeños grupos de espiritistas en los cuales se dan fenómenos
histéricos; mas el público en general apenas sonríe, con superioridad
racionalista, de tales engaños. Son ciertas épocas particulares –podemos
admitir– que, por fuerza de sus vivencias peculiares, de sus concepciones
religiosas y de los impulsos y finalidades que ellas fomentan –son ciertas
épocas particulares –decíamos– que desencadenan mecanismos, tranquilos
en otras, los cuales se transforman en instrumento utilizado por determinadas
áreas culturales, subsistiendo, entretanto, en otras ocasiones, como
fenómenos considerados meramente mórbidos y aislados.
“3. Brujería. La pesadilla de la caza a las brujas pesó sobre Europa
durante tres siglos, desde el fin de la Edad Media. En un mundo dominado
por el miedo, las ideas oriundas de tiempos remotos ganaron una fuerza que
hoy nos es difícil comprender; eso por la influencia de la política eclesiástica
del combate a la herejía (tanto del lado de los católicos cuanto del de los
protestantes) y bajo el estímulo del sadismo. La realización de procedimientos
basados en puras irrealidades sólo fue posible mediante las realidades de la
histeria y de la sugestión. No obstante, siempre existieron hombres que
percibían la verdad a través del delirio, pues no hay espíritu de época que se
imponga a todos. Sin embargo, cuando algo se transforma en un fenómeno
de masas, nada consigue el poder del individuo esclarecido y honesto. Hay
ciertas insinuaciones culturales y políticas difíciles de comprender, en las
cuales los mecanismos básicos, siempre presentes, de la sugestibilidad, de
la histeria, del impulso a la mortificación ajena y a la automortificación, al
sufrimiento y a la aniquilación, por la misma gratificación que proporcionan,
vencen todas las resistencias”.
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