Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española
Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española
Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
frío durante el invierno y cómo conseguiría alimento para la esposa y los<br />
hijos.<br />
–Yo pensé: “Estoy muriéndome de frío y hambre y ahí está un<br />
hombre cuyo único pensamiento es conseguir un shuba para sí mismo y<br />
para la esposa y obtener pan para el sustento del cuerpo. Es imposible que<br />
me ayude”.<br />
–El hombre me vio y frunció el ceño. Me pareció aún más terrible<br />
que antes, y siguió su camino. Yo estaba desesperado. Súbitamente, oí los<br />
pasos del hombre, regresando. Erguí la mirada y no reconocí que era el<br />
mismo hombre de antes. Antes, su rostro parecía muerto, pero en aquel<br />
momento, el rostro se tornara vivo, y vi que Dios estaba en su cara. Él<br />
vino hacia mí, me vistió y me llevó a su casa.<br />
Al llegar a esta casa, una mujer vino a nuestro encuentro, y comenzó<br />
a vociferar. La mujer me pareció aún más terrible que el hombre. Un alma<br />
muerta parecía descenderle de la boca y me sentí sofocado con el mal<br />
olor de la muerte. Ella quería expulsarme de casa, devolverme al frío, y yo<br />
sabía que ella moriría, si me expulsase. De repente, el marido se acordó de<br />
Dios. Y, en el mismo instante, ocurrió un cambio en la mujer. Y cuando ella<br />
me preparó algo para comer, y me miró con bondad, la observé y la<br />
muerte había desaparecido, ella estaba viva, y reconocí a Dios, también<br />
en ella.<br />
–Y recordé la primera lección de Dios: “Aprenderás lo que hay en<br />
el hombre”.<br />
–Y percibí que el Amor estaba en el hombre. Quedé feliz porque<br />
Dios comenzara a cumplir su promesa conmigo, y sonreí por primera<br />
vez. Pero yo no estaba preparado para conocer todo. No podía comprender<br />
lo que no fuera dado saber al hombre y de qué viven los hombres.<br />
Pasé a vivir en esta casa y, después de residir aquí por un año, un<br />
hombre llegó para encomendar unas botas que deberían ser lo<br />
suficientemente fuertes para durarle un año sin romperse ni perder la forma.<br />
Observándole, inesperadamente, vi tras él a mi colega, el Ángel de la Muerte.<br />
Nadie más le vio. Yo le conocía y tuve la certeza de que antes de la puesta<br />
del sol se llevaría el alma de aquel hombre rico. Y dije para mí mismo:<br />
ANUARIO ESPÍRITA 203