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Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española

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frío durante el invierno y cómo conseguiría alimento para la esposa y los<br />

hijos.<br />

–Yo pensé: “Estoy muriéndome de frío y hambre y ahí está un<br />

hombre cuyo único pensamiento es conseguir un shuba para sí mismo y<br />

para la esposa y obtener pan para el sustento del cuerpo. Es imposible que<br />

me ayude”.<br />

–El hombre me vio y frunció el ceño. Me pareció aún más terrible<br />

que antes, y siguió su camino. Yo estaba desesperado. Súbitamente, oí los<br />

pasos del hombre, regresando. Erguí la mirada y no reconocí que era el<br />

mismo hombre de antes. Antes, su rostro parecía muerto, pero en aquel<br />

momento, el rostro se tornara vivo, y vi que Dios estaba en su cara. Él<br />

vino hacia mí, me vistió y me llevó a su casa.<br />

Al llegar a esta casa, una mujer vino a nuestro encuentro, y comenzó<br />

a vociferar. La mujer me pareció aún más terrible que el hombre. Un alma<br />

muerta parecía descenderle de la boca y me sentí sofocado con el mal<br />

olor de la muerte. Ella quería expulsarme de casa, devolverme al frío, y yo<br />

sabía que ella moriría, si me expulsase. De repente, el marido se acordó de<br />

Dios. Y, en el mismo instante, ocurrió un cambio en la mujer. Y cuando ella<br />

me preparó algo para comer, y me miró con bondad, la observé y la<br />

muerte había desaparecido, ella estaba viva, y reconocí a Dios, también<br />

en ella.<br />

–Y recordé la primera lección de Dios: “Aprenderás lo que hay en<br />

el hombre”.<br />

–Y percibí que el Amor estaba en el hombre. Quedé feliz porque<br />

Dios comenzara a cumplir su promesa conmigo, y sonreí por primera<br />

vez. Pero yo no estaba preparado para conocer todo. No podía comprender<br />

lo que no fuera dado saber al hombre y de qué viven los hombres.<br />

Pasé a vivir en esta casa y, después de residir aquí por un año, un<br />

hombre llegó para encomendar unas botas que deberían ser lo<br />

suficientemente fuertes para durarle un año sin romperse ni perder la forma.<br />

Observándole, inesperadamente, vi tras él a mi colega, el Ángel de la Muerte.<br />

Nadie más le vio. Yo le conocía y tuve la certeza de que antes de la puesta<br />

del sol se llevaría el alma de aquel hombre rico. Y dije para mí mismo:<br />

ANUARIO ESPÍRITA 203

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