Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española

Admitiendo que él presentara cuanto pretendía, el mensajero replicó:
–Efectivamente, su cultura del Libro Sagrado es asombrosa, pero
hubo un malentendido. Deseamos saber lo que usted realizó con La Biblia
en el corazón y en las manos…
–¡Ah! –tornó Fagundes, repentinamente desilusionado. –Ya dije lo
que conseguí… Mi confianza en La Biblia lo dice todo…
–Sí, sus conocimientos son admirables; no obstante, la Esfera
Superior pide obras, obras edificantes… La Ley determina que cada uno
de nosotros sea juzgado por sus propias obras… Es preciso que usted
relacione sus hechos…
– El apóstol Pablo –adelantó Macario, disculpándose –declara en
el versículo 1, del capítulo 5, en la Epístola a los Romanos, que “justificados
por la fe tenemos la paz con Dios, por Nuestro Señor Jesucristo”.
–Sin duda –atajó el amigo espiritual–, la fe constituye la base de
todo trabajo, así como los planos son el inicio de cualquier construcción.
El apóstol Pablo debe ser oído con atención, pero no podemos olvidar la
palabra del Divino Maestro, en el versículo 34, del capítulo 13, en el
Evangelio de San Juan: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. No
ignoramos que Jesús nos amó en plena renunciación de sí mismo para
servir mejor.
–Sí… Sí… De hecho es así.
Y Fagundes indagó:
¿Y ahora? Si me dediqué completamente a la fe… ¿Qué debo hacer
ahora?
–Es necesario regresar a la Tierra y nacer de nuevo para hacer el
bien que enseñamos. Cristo no tuvo otro programa, ante Dios, y Pablo de
Tarso, que exaltó la fe, no vivió otras directrices ante Cristo… Creer, sí,
pero hacer también. Hacer mucho y siempre lo mejor…
Macario rezongó, lloró, se lamentó, reclamó; sin embargo, no tuvo
otro remedio sino aceptar la verdad y nacer de nuevo.
(Cuentos de Esta y de la Otra Vida, FEB, Rio de Janeiro y Brasilia,
páginas 39 a 42)
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