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Anuario Espírita 2003 - Federación Espírita Española

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todo ese tiempo, sólo sonrió dos veces – la primera cuando Matriona le<br />

dio de comer y la vez en que sonrió para el barín.<br />

Semyon estaba más que contento con el aprendiz y no le preguntara<br />

más de dónde viniera. Su único miedo era que Mikhailo fuera a irse de su<br />

casa.<br />

Cierta vez, estaban todos en casa. La madre ponía las teteras de<br />

hierro en el fogón, los niños jugaban sobre los bancos y miraban por la<br />

ventana. Semyon trabajaba en una ventana, mientras Mikhailo, en la otra,<br />

ponía unas suelas en tacones.<br />

Uno de los niños corrió por el banco en dirección de Mikhailo, se<br />

inclinó sobre su hombro y miró por la ventana.<br />

–¡Tío Mikhailo, mire! La mujer del comerciante está viniendo para<br />

nuestra casa, acompañada por algunas niñas. Y una de ellas sufre de<br />

invalidez.<br />

Tan pronto como el niño acabó de hablar Mikhailo echó para un<br />

lado el trabajo, se inclinó hacia la ventana y miró hacia fuera. Semyon se<br />

sorprendió. Nunca antes, Mikhailo se interesara en mirar hacia fuera, pero,<br />

en ese momento, su rostro parecía soldado a la ventana, mientras miraba<br />

con gran atención hacia algo.<br />

Semyon miró también: vio a una mujer cruzando en línea recta<br />

el patio de su casa. Elegantemente vestida, traía dos niñitas por la<br />

mano. Usaban Shubkas (pequeños abrigos de pieles) y tenían la cabeza<br />

cubierta con pañoletas. Las niñas eran tan parecidas que difícilmente<br />

se conseguiría distinguir a una de la otra, excepto por el hecho de una<br />

de ellas tener el pie torcido. Y cojeaba cuando andaba.<br />

La mujer llegó al pórtico, procuró en la obscuridad el cerrojo, lo<br />

levantó y abrió la puerta. Dejó entrar primero a las dos niñitas a la casa y<br />

después las siguió.<br />

–¿Cómo van amigos?<br />

–¡Sea bienvenida! ¡En qué podemos servirla, señora?<br />

La mujer se sentó a la mesa, con las dos niñitas agarradas a sus<br />

piernas, pues eran muy tímidas.<br />

ANUARIO ESPÍRITA 197

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