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PRESENTACIÓN<br />
Oteiza quien para entonces ya había conocido e iniciado una amistad con<br />
Francisco que no dejaría de crecer con el tiempo– de construir el Museo en<br />
Alzuza aprovechando un edificio difícil de adquirir, porque la propiedad era<br />
compartida por varios herederos con intereses o deseos contrapuestos. Francisco<br />
–que recuerda a Oteiza como “un genio que vivía como si no existiese<br />
Hacienda y, lo que es mucho más complicado, como si no existiese Administración”–<br />
encontró una solución que exigía modificar el plan de ordenación<br />
de Alzuza para declarar el edificio bien de interés público haciendo posible<br />
su expropiación. Para facilitar la que podría ser compleja tramitación, decidió<br />
presentarse a alcalde del pueblo en las elecciones municipales que iba a tener<br />
lugar por aquellas fechas. Informó a los convecinos de sus intenciones y de<br />
sus motivos. No hubo, claro está, otros candidatos. Francisco fue elegido<br />
alcalde del pueblo, modificó los planos urbanísticos, declaró el edificio en<br />
cuestión “bien de interés general” y promovió y logró su expropiación. Allí<br />
está hoy el precioso Museo de Oteiza, proyectado por Javier Sáenz de Oiza, que<br />
también acogía el taller de trabajo y la vivienda del artista y su mujer, Itziar.<br />
Concluidos los 4 años de legislatura y con los deberes hechos, Francisco quiso<br />
dejar la Alcaldía y renunció a presentarse a las elecciones. Pero nadie en el<br />
pueblo, quería ocupar el lugar de alcalde tan excelente. Eran tiempos de milis<br />
obligatorias. De manera que para solventar el problema que tenía planteado,<br />
Francisco se reunió con dos jóvenes del pueblo que iban a ser llamados a filas<br />
y les explicó que si se presentaban y ganaban las elecciones para Alcalde y Teniente<br />
de Alcalde, como cargos electos, se librarían de la mili. Como así ocurrió.<br />
Francisco volvió a sus trabajos profesionales. El museo se construyó. La privilegiada<br />
relación con Jorge Oteiza se mantuvo, hasta el punto que cuando falleció<br />
Itziar Carreño, su mujer, Francisco fue el primero en saberlo porque Oteiza le<br />
telefoneó para solicitar su apoyo.<br />
Quien visite el museo de Oteiza, si es posible de la mano de su director Pedro<br />
Manterola, (yo he tenido el privilegio de hacerlo) que no deje de asomarse a la<br />
vecina iglesia, donde están enterrados en un rincón del huerto Itziar y Jorge<br />
Oteiza, que sobrevivió pocos años a su ausencia. Dos sencillos promontorios<br />
de tierra ocultan los restos de aquella pareja tan unida. Las dos tradicionales<br />
cruces de madera, que hubieron coronado tumbas convencionales se han<br />
unido con un dintel y se han transformado en un delicado puente que une los<br />
restos del genio y de una mujer, sin duda excepcional, que hizo feliz y posible<br />
su existencia.<br />
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