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LA ENERGÍA DE LOS FLUIDOS<br />
En primer lugar es muy importante destacar el carácter torrencial de la casi totalidad<br />
de los ríos españoles, que tienen caudales de estiaje ínfimos e incluso nulos.<br />
Un ejemplo representativo puede ser la cuenca mediterránea de Navarra en la que,<br />
con aportaciones medias anuales muy importantes, de 3.524 Hm 3 (equivalentes a un<br />
caudal medio 112 m 3 /s) el caudal de estiaje, en años medios es de sólo 2,2 m 3 /s, que<br />
incluso sería de menos de la mitad en años secos. Es decir totalmente insuficiente<br />
para incluso el suministro urbano e industrial y por supuesto sin regar ninguna hectárea.<br />
Pues bien frente a este dato objetivo hay muchas personas que, apoyándose<br />
en su interpretación de la citada Directiva, están en contra no ya de conseguir mediante<br />
nuevos embalses la regulación de la aportación, sino que incluso cuestionan<br />
los existentes, cuando en realidad se limitan a 720 Hm 3 , que suponen el 20,4 % de<br />
la aportación media anual, es decir mucho menos que la media nacional española<br />
del 50 %. El caso de Navarra es singular en el sentido de que si se toman medidas<br />
adecuadas se puede tener toda el agua que se pueda necesitar en la Comunidad Foral,<br />
sin embargo hay otras regiones de España en las que no se da esta circunstancia y<br />
que para tener un suministro adecuado precisan que se hagan trasvases desde zonas<br />
con excedentes.<br />
En este régimen torrencial de los ríos resulta, en nuestra opinión, totalmente fuera<br />
de lugar el que se cuestione la regulación y que el indicador de muy buen estado<br />
hidrológico de los ríos, indicado en la Directiva, sea “el caudal y la hidrodinámica<br />
del río y la conexión resultante a aguas subterráneas reflejan total o casi totalmente<br />
las condiciones inalteradas.”<br />
Si queremos vivir en España se precisa, por encima de casi todo, la regulación de<br />
los ríos. Este problema es tan antiguo que hay presas romanas que todavía están en<br />
funcionamiento (Proserpina y Cornalvo) en la cuenca del Guadiana y Almoracid de<br />
la Cuba en la del Ebro.<br />
Casi todas las grandes ciudades se suministran de presas. Resulta especialmente<br />
llamativo el caso de Madrid, pero podríamos generalizar el tema a la totalidad de las<br />
grandes ciudades. Un caso singular es Bilbao, que bebe agua del Ebro, mediante un<br />
trasvase, tomándola de los embalses situados en el Zadorra, encima de Vitoria, en<br />
vez de regular las aportaciones de su cuenca hidrográfica, que tendría posibilidades<br />
de hacerlo, restándole agua regulada a la cabecera del Ebro y, sin embargo se cuestiona<br />
como un delito derivar excedentes del Ebro, desde cerca de la desembocadura<br />
a cuencas claramente deficitarias, sin que paradójicamente nunca salga a relucir el<br />
trasvase a Bilbao.<br />
En este contexto en que vivimos resulta especialmente complejo exponer los problemas<br />
ambientales de las centrales hidroeléctricas. Previamente habría que aclarar<br />
algunos puntos: