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Aviraneta, o la vida de un conspirador - AMPA Severí Torres

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Pío<br />

Baroja A v i r a n e t a o l a v i d a d e u n c o n s p i r a d o r<br />

XLI<br />

EL PLAN DE AVIRANETA<br />

DÍAS <strong>de</strong>spués, <strong>la</strong>s noticias que se recibieron <strong>de</strong> España eran tan exageradas y tan terribles, que<br />

Gamboa l<strong>la</strong>mó <strong>de</strong> nuevo al Consu<strong>la</strong>do a don Eugenio.<br />

—¿Qué ha hecho usted? —le dijo al verle, <strong>de</strong> sopetón, con <strong>la</strong> cara fosca y <strong>la</strong> mirada irac<strong>un</strong>da—;<br />

esto es <strong>un</strong> crimen.<br />

—¿Pues qué pasa?<br />

—Pasa que, por su culpa, <strong>la</strong> sangre está corriendo a torrentes por <strong>la</strong>s provincias vascongadas y<br />

Navarra.<br />

—¡Bah! No será tanto; déjeles usted que se maten —contestó, sonriendo, <strong>Aviraneta</strong>.<br />

—No, no. ¡Eso es criminal! Los sentimientos humanitarios <strong>de</strong> Europa están a<strong>la</strong>rmados con estos<br />

sucesos.<br />

<strong>Aviraneta</strong> y Gamboa discutieron <strong>la</strong>rgo rato, y, por fin, el cónsul dijo que era muy posible que los<br />

re<strong>la</strong>tos, como <strong>de</strong>cía don Eugenio, fueran exagerados, y que, por otra parte, le constaba que era<br />

<strong>Aviraneta</strong> buen liberal y buen patriota.<br />

Don Eugenio, consi<strong>de</strong>rándose victorioso, no quiso vengarse <strong>de</strong>l cónsul. Estuvo <strong>un</strong> momento<br />

dispuesto a echar en cara a Gamboa sus negocios oscuros <strong>de</strong> suministros al ejército, hechos en<br />

complicidad con los banqueros Lasal y Col<strong>la</strong>do; pero se calló.<br />

Preg<strong>un</strong>tó a Gamboa si tenía bastante confianza con Espartero para proponerle <strong>un</strong> p<strong>la</strong>n que en<br />

quince días concluyera con <strong>la</strong> guerra.<br />

Gamboa le contestó que sí, pero que no respondía <strong>de</strong> que Espartero lo aceptase.<br />

<strong>Aviraneta</strong> fue a <strong>la</strong> fonda, se metió en su cuarto, y estuvo <strong>la</strong>rgo tiempo dando vueltas arriba y<br />

abajo, pensando y cavi<strong>la</strong>ndo.<br />

«Espartero no aceptará mi p<strong>la</strong>n —se dijo—. Si lo acepta, nadie querrá creer que yo lo haya<br />

preparado. Si se tratara <strong>de</strong> <strong>un</strong> hecho leído en <strong>un</strong>a historia y ocurrido hace doscientos años, les<br />

parecería natural y lógico; pero <strong>de</strong> <strong>un</strong>a cosa actual, dudan. Pero esto es lo <strong>de</strong> menos. Vamos a<br />

trabajar, a poner en c<strong>la</strong>ro <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as.»<br />

Estuvo <strong>la</strong>rgo rato estudiando el mapa <strong>de</strong> Navarra y <strong>de</strong> Guipúzcoa; hizo dos o tres itinerarios,<br />

escribió varios borradores explicando su p<strong>la</strong>n, compulsando los datos, y se acostó <strong>de</strong>spués.<br />

Al levantarse se vistió, leyó sus borradores, hizo <strong>un</strong> rápido resumen y fue inmediatamente al<br />

Consu<strong>la</strong>do.<br />

El p<strong>la</strong>n no tenía más que <strong>un</strong>a página. Se trataba <strong>de</strong>l movimiento que, según <strong>Aviraneta</strong>, <strong>de</strong>bía<br />

hacer el ejército liberal. Este movimiento consistía en <strong>un</strong> avance, a marchas forzadas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Tolosa<br />

y Vergara a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l Bidasoa y al valle <strong>de</strong>l Baztán, por diferentes p<strong>un</strong>tos.<br />

Don Eugenio leyó su cuartil<strong>la</strong> al cónsul, y explicó el movimiento militar que <strong>de</strong>bía hacerse, en el<br />

mapa, calcu<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>s distancias <strong>de</strong> pueblo a pueblo y <strong>la</strong>s probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> aprovisionamiento.<br />

Gamboa oyó <strong>la</strong> explicación <strong>un</strong> tanto preocupado, asintiendo <strong>la</strong> mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong>s veces.<br />

—Indudablemente —parecía pensar por su expresión y su actitud—, éste es <strong>un</strong> hombre <strong>de</strong> gran<br />

talento natural.<br />

Al concluir sus explicaciones, <strong>Aviraneta</strong> dijo:<br />

—Yo creo, amigo Gamboa, que usted, que ha podido comprobar cómo el Simancas ha encendido<br />

<strong>la</strong> guerra intestina entre los carlistas y ha presenciado otros hechos creados por mí, verá usted este<br />

p<strong>la</strong>n como <strong>un</strong>a cosa factible. Yo pienso que está bien concebido, que es el único que se pue<strong>de</strong><br />

emplear en este momento y que <strong>de</strong>be usted enviárselo al general Espartero para que lo examine.<br />

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