Aviraneta, o la vida de un conspirador - AMPA Severí Torres

Pío
Baroja A v i r a n e t a o l a v i d a d e u n c o n s p i r a d o r
XLIII
BOURGES
AL comienzo de agosto de 1839, en vista del buen resultado que le dieron sus intrigas en el
campo carlista, produciendo la ruptura y la enemistad, quiso repetir la suerte en Cataluña.
Sin relaciones y sin conocer el país, no podía conseguir en Cataluña lo conseguido en el Norte.
Para orientarse fue a Pau, e intentó mezclarse con el elemento carlolegitimista, allí muy
abundante. Fue a parar al hotel de la Dorade, y conoció en el mismo hotel a un francés, antiguo
oficial del conde de España, y a un cura amigo de los individuos de la Junta de Berga, llamado José
Rossell.
Don Eugenio se hizo pasar por legitimista vascofrancés. Ganó la confianza del oficial del conde
y la del cura partidario de la Junta.
Dio al cura una serie de informes falsos acerca del conde de España, para que éste se los
comunicara a la Junta.
Al comienzo de agosto había mandado desde Pau varias cartas a los individuos de la Junta de
Berga, por conducto de Rossell, contra el conde de España, afirmando categóricamente que éste iba
a la transacción como Maroto, y que se sospechaba que, si no masón, sostenía muchas relaciones
con individuos afiliados a la secta masónica y a la fracción moderada.
A pesar de pensar que sus informes no gozarían de mucho crédito, siguió enviándolos, e hizo que
Pita Pizarro mandase constantemente todas las noticias sospechosas contra el conde de España que
se supiese en Madrid, dirigiéndolas a Pau, la fondista del hotel de la Dorade, quien conseguía, a su
vez, que tales informes llegasen a la Junta de Berga.
A mediados de septiembre, cuando Aviraneta leyó en los periódicos la llegada de Don Carlos a
Bourges y la instalación con su séquito, decidió ir a aquella ciudad a pasar uno o dos días sin
participárselo a nadie. Quería ver con sus propios ojos qué ocurría y la actitud de la familia del
pretendiente en la proscripción.
Tenía su pasaporte en regla a nombre de Dominique Etchegaray. Tomó la diligencia en Bayona,
dispuesto a ir de golpe y sin pararse hasta Bourges.
El viaje no le pareció muy divertido ni muy extraordinario.
Llegó a Bourges, y fue a parar al hotel del Buey Coronado. El hotel le pareció de primera
intención bastante sórdido y sucio.
Salió a la calle. Hacía mal tiempo; las calles desiertas y mal empedradas, estaban llenas de barro.
Encontró un café pequeño en la calle del Medio (rue Moyenne), el café de la Bola de Oro. Llamó
al mozo, le pidió un refresco, le dio buena propina, y, como vio en el mozo predisposición para las
confidencias, le hizo hablar.
El mozo parecía liberal, y se despachó a su gusto.
—Don Carlos y su séquito están en el hotel Panette —dijo—. Se asegura que el prefecto tiene
órdenes de dejarle salir de casa y de pasearse por los alrededores. El clero de la catedral le ha
recibido como a rey y todos los legitimistas le dan, cuando van a visitarle, el título de majestad. El
prefecto, el conde Lapparent, se ha vestido de gran uniforme para recibir a Don Carlos.
—¿Pero vendría vigilado hasta Bourges?
—Sí; traía soldados de escolta y un acompañante, el barón de Tinan, que han dicho que es el
edecán del general Soult.
Aviraneta volvió a su hotel, y escribió una esquela al barón de Tinan, diciéndole:
Distinguido señor: He conocido a su padre en Madrid en 1813. Me gustaría hablar con usted un
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