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Aviraneta, o la vida de un conspirador - AMPA Severí Torres

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Pío<br />

Baroja A v i r a n e t a o l a v i d a d e u n c o n s p i r a d o r<br />

XVII<br />

TÁNGER Y GIBRALTAR<br />

EMBARCÓ <strong>Aviraneta</strong> en Algeciras con <strong>un</strong> tiempo muy malo, y llegó a Gibraltar dos horas<br />

<strong>de</strong>spués. Se metió en <strong>un</strong>a posada, en don<strong>de</strong> se comía mal y se dormía en el suelo, pues no había<br />

camas. En esta posada se encontraban don Bernardo Borja Tarríus y el diputado por Córdoba don<br />

José Moreno Guerra. Al ver a <strong>Aviraneta</strong> le acogieron con amabilidad, y formaron <strong>un</strong> grupo para<br />

comer.<br />

Eran dos tipos bien distintos. Ambos frisaban, aproximadamente, en <strong>la</strong> misma edad, <strong>de</strong> cuarenta<br />

a cincuenta años. Borja Tarríus, grueso, rubio, pacífico, calvo y con patil<strong>la</strong>s; Moreno Guerra, alto,<br />

huesudo, cetrino, con hab<strong>la</strong>r gutural <strong>de</strong> moro.<br />

En sus i<strong>de</strong>as se notaba parecida divergencia. Borja se mostraba siempre sereno, siempre equilibrado,<br />

<strong>la</strong> sensatez personificada; Moreno Guerra se caracterizaba por sus extravagancias.<br />

Un día, instigados por el diputado andaluz, salieron los tres a dar <strong>un</strong> paseo y respirar el aire libre.<br />

Hacía calor sofocante. Al cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong> su paseo se les presentaron tres policías, y les pidieron<br />

<strong>la</strong> boleta <strong>de</strong> resi<strong>de</strong>ncia.<br />

No <strong>la</strong> tenían, y tuvieron que confesarlo. Los llevaron al muelle, y los <strong>de</strong>jaron allí como si<br />

quisieran <strong>de</strong>dicarlos a <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción y al estudio <strong>de</strong> <strong>la</strong> bahía <strong>de</strong> Algeciras.<br />

Había en el muelle grupos <strong>de</strong> españoles que se <strong>la</strong>mentaban <strong>de</strong> no tener qué comer ni beber. El sol<br />

daba <strong>de</strong> p<strong>la</strong>no y el calor era insufrible.<br />

—¡Qué vamos a hacer! —pensaba <strong>Aviraneta</strong> durante <strong>la</strong> noche—. Mucha <strong>de</strong> esta gente quiere ir a<br />

Ing<strong>la</strong>terra; pero allí van a andar muy mal hasta que se pueda vivir...; <strong>la</strong> cuestión sería ir a <strong>un</strong> sitio<br />

próximo y esperar <strong>un</strong>a o dos semanas.<br />

Estaba discurriendo así cuando oyó a su <strong>la</strong>do hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> Tánger.<br />

—¡Tánger! Esta sería <strong>la</strong> solución —se dijo a sí mismo. Pensó en todas <strong>la</strong>s eventualida<strong>de</strong>s<br />

posibles; <strong>la</strong> mejor era <strong>la</strong> <strong>de</strong> Tánger.<br />

Com<strong>un</strong>icó a Borja Tarríus y a Moreno Guerra lo que había pensado, y les pareció bien <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a.<br />

Se entendió <strong>Aviraneta</strong> con <strong>un</strong> patrón, que le pidió diez duros por el pasaje, y se volvió al sitio<br />

don<strong>de</strong> aguardaban los amigos. Éstos le dijeron que irían con ellos <strong>un</strong> miliciano nacional y su hijo<br />

que habían pasado <strong>la</strong> noche en el muelle.<br />

El padre, gitano f<strong>la</strong>co, muy negro, con ojos ver<strong>de</strong>s oscuros; el hijo, muy parecido al padre, con<br />

gran fulgor en <strong>la</strong> mirada.<br />

Bajaron los cinco por <strong>la</strong> escalera <strong>de</strong>l muelle a <strong>la</strong> <strong>la</strong>ncha, y se fueron acomodando.<br />

Se <strong>la</strong>rgó <strong>la</strong> ve<strong>la</strong>, fueron pasando por <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> Algeciras y <strong>de</strong> <strong>la</strong> is<strong>la</strong> Ver<strong>de</strong>, hasta<br />

divisar <strong>la</strong> costa <strong>de</strong> África.<br />

En cinco horas llegaron frente a Tánger y se <strong>de</strong>tuvo <strong>la</strong> <strong>la</strong>ncha. Unas cuantas barcas y botecillos<br />

se les acercaron tripu<strong>la</strong>dos por moros y cristianos, vestidos con harapos <strong>de</strong> colores. En esto les<br />

atracó <strong>un</strong>a <strong>la</strong>ncha con dos remeros negros y tres moros; <strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos les preg<strong>un</strong>tó quiénes eran.<br />

—¿Traen uste<strong>de</strong>s pasaporte?<br />

—No.<br />

—Pues no pue<strong>de</strong>n entrar.<br />

—¿No se podría avisar al cónsul <strong>de</strong> España?<br />

—Bueno, esperen uste<strong>de</strong>s.<br />

Estuvieron <strong>un</strong>a hora con <strong>un</strong> sol <strong>de</strong> fuego, hasta que apareció <strong>un</strong> europeo, en compañía <strong>de</strong> tres<br />

moros fastuosos vestidos <strong>de</strong> b<strong>la</strong>nco. Era el vicecónsul. Preg<strong>un</strong>tó por el diputado, y como Moreno<br />

Guerra era tan moro como los otros, con sus a<strong>de</strong>manes y sus gestos les convenció y se <strong>de</strong>cidió que<br />

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