151-25 - Biblioteca Católica Digital
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ñas, introducir en los complejos problemas exegéticos<br />
del texto bíblico. Pero nuestro objetivo fundamental<br />
consistirá en hacer gustar las calmas de este mar, y en<br />
cruzar también las zonas tormentosas, para arribar, al<br />
fin, a puerto seguro. La Biblia, en efecto, no pretende<br />
presentarse como un libro de historia, de ciencia, de<br />
cosmología, de antropología, sino, ante todo y sobre<br />
todo, como un mensaje de esperanza, de salvación, de<br />
juicio y liberación. Así lo declaraba el escritor francés<br />
Charles Péguy en su obra El pórtico del misterio de la<br />
segunda virtud: «Dios no nos ha dado palabras muertas<br />
que debamos encerrar en cajas grandes y pequeñas<br />
y conservar en aceite rancio como las momias de Egipto.<br />
Dios no nos ha dado palabras en conserva para que<br />
las custodiemos, sino palabras vivas para alimentarnos<br />
y alimentar a otros.»<br />
Las dos tablas de un díptico<br />
Abramos, pues, por sus primeras páginas, este libro<br />
divino. Los judíos las titulaban con la palabra<br />
Beresit (al principio), la primera palabra del libro<br />
que nosotros, siguiendo la antigua versión griega llamada<br />
«de los Setenta», llamamos Génesis. «Principio»<br />
de la Biblia, «principio» del Pentateuco o Toral? (Ley)<br />
—es decir, de los cinco primeros libros, particularmente<br />
sacros y queridos para el judaismo, centro y corazón<br />
todavía hoy de toda sinagoga—, «principio» de<br />
la cadena ininterrumpida de acontecimientos, de palabras,<br />
de la trama compleja que llamamos «historia<br />
de la salvación». «Principio» del ser en la creación,<br />
«principio» del diálogo entre Dios y el hombre, «principio»<br />
que tendrá su reedición decisiva y definitiva en<br />
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aquel «al principio ya existía la Palabra» del Evangelio<br />
de Juan.<br />
El libro del Génesis está formado fundamentalmente<br />
por dos tablas de un mismo díptico. La primera<br />
ocupa los primeros once capítulos y tiene como protagonista<br />
a Adán. En hebreo, esta palabra está siempre<br />
precedida de artículo y, dada la incapacidad congénita<br />
para la abstracción típica de la psicología y de la lingüística<br />
semítica, debería traducirse con los términos<br />
«humanidad», el Hombre-Adán de todos los tiempos<br />
y de todas las regiones de nuestro planeta. La segunda<br />
tabla, que abarca los capítulos 12-50, tiene como protagonista<br />
a Abraham y su descendencia: el horizonte<br />
se estrecha; de la humanidad en su conjunto, el objetivo<br />
se centra ahora en el pueblo de Israel y en su primer<br />
artículo de fe, a saber, la vocación y el don de la<br />
fe a los patriarcas, de cuya raíz ha nacido y se ha desarrollado<br />
el árbol que es Israel.<br />
Son muchas las manos y las voces que han concurrido<br />
para llenar de color y de datos estas dos tablas.<br />
Efectivamente, estas narraciones o reflexiones han cristalizado<br />
en el texto definitivo del Génesis que ahora<br />
poseemos sólo después de haber sido anunciadas durante<br />
mucho tiempo en tradiciones orales. De hecho,<br />
y de acuerdo con los procedimientos mnemotécnicos<br />
característicos de los pueblos semitas, la transmisión<br />
de los recuerdos se hacía por medio de la voz viva y de<br />
la memoria, tarea en la que se alcanzaban niveles altísimos<br />
y muy sofisticados de fidelidad. Así, en los pueblos<br />
y ciudades, en las asambleas litúrgicas, en las enseñanzas<br />
de los padres a sus hijos (Sal 78,3-4), en la<br />
catcquesis, se proponían una y otra vez a la conciencia<br />
y la meditación de las nuevas generaciones los momentos<br />
iniciales de Israel.<br />
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