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151-25 - Biblioteca Católica Digital

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para celebrarte toleren a quienes se contentan con la<br />

luz de tu Sol, que los que cubren con vestidos de blancas<br />

telas para decir que es preciso amarte no detesten<br />

a quienes dicen la misma cosa vestidos con mantos de<br />

lana negra. Haz que sea igual adorarte en una jerga<br />

derivada de una lengua antigua o en una jerga más reciente.<br />

Que todos los hombres puedan recordar que<br />

son hermanos y puedan emplear el instante de nuestra<br />

existencia para bendecir en varias lenguas, desde Siam<br />

hasta California, tu bondad, que nos ha concedido<br />

este instante.»<br />

El texto de la maldición pronunciada por Noé encierra<br />

otro elemento que merece también nuestra<br />

atención: Canaán será «esclavo de esclavos para sus<br />

hermanos» (v. <strong>25</strong>). A la fractura de la relación padrehijo<br />

se añade la esclavitud entre hermanos, el summum<br />

de la ignominia en la legislación judía (Ex 21,<br />

1-11; Lev <strong>25</strong>,35-46; Dt 15,12-18). El desquiciamiento<br />

de las relaciones interpersonales y sociales va en contra<br />

del proyecto de Dios, que contemplaba una humanidad<br />

en pacífica continuidad y en transmisión armónica<br />

de valores, sea a lo largo de la trayectoria vertical de<br />

las generaciones o en el nivel horizontal entre hermanos<br />

y familiares. El hombre pecador produce, en cambio,<br />

sin descanso relaciones de conflictividad que rompen<br />

el diálogo y la armonía de la familia, de la tribu<br />

y de la sociedad. Nace así la discordia entre padres e<br />

hijos, la opresión del hermano sobre el hermano, la<br />

tensión permanente entre los varios miembros de la<br />

familia, el antagonismo social.<br />

Pero esta página se cierra con una bendición, es<br />

decir, con esperanza. En Sem y Jafet se tipifica el pueblo<br />

—compuesto de varias razas y culturas— de los<br />

fieles y de los justos que quieren conservar la armonía<br />

198<br />

entre los hombres y que serán más tarde representados<br />

por Abraham. Es interesante observar que se bendice<br />

a Dios, porque es la fuente de la paz y del amor. Existe,<br />

por desgracia, el drama de la esclavitud, es decir,<br />

de la fraternidad hollada; existe, por desgracia, la tragedia<br />

de la violencia en el interior de la familia, donde<br />

el hijo se rebela contra el padre. Pero siempre está<br />

abierta ante el hombre la posibilidad de volver a tejer<br />

el tapiz de la armonía familiar y social. Una vez más,<br />

está en manos del hombre, con la ayuda de Dios, el<br />

destino de la historia. Y en la oscuridad de nuestro camino,<br />

cuando no sabemos dónde nos hallamos o<br />

cuando surge en nosotros las marea ascendente del<br />

odio o de la soberbia, dirigimos nuestras súplicas al<br />

Dios de la bendición para que nos ilumine y nos guíe.<br />

Recemos tal vez con invocación de la noche espiritual<br />

que Dietrich Bonhoeffer compuso para sus compañeros<br />

de prisión en el campo de concentración nazi<br />

de Flossenburg: «Hay oscuridad en mí y en ti en cambio<br />

hay luz; estoy solo, pero tú no me abandonas. No<br />

tengo valor, pero tú eres mi ayuda; estoy inquieto,<br />

pero en ti está la paz. Hay amargura en mí, en ti paciencia.<br />

No comprendo tus caminos, pero tú sabes<br />

cuál es mi senda.»<br />

199

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