151-25 - Biblioteca Católica Digital
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VII<br />
«LOS DOS VENDRÁN A SER UNA SOLA CARNE»<br />
(Génesis 2,21-<strong>25</strong>)<br />
"Entonces Yahveh-Dios hizo caer sobre el hombre<br />
un profundo sopor, y el hombre se durmió. Y le<br />
quitó una de sus costillas, y cerró nuevamente la carne<br />
en su lugar; 22 y de la costilla que había quitado del<br />
hombre formó Yahveh-Dios la mujer, y la presentó al<br />
hombre. 2) El hombre exclamó:<br />
«Esta sí que es hueso de mis huesos/ y carne de mi<br />
carne. I Se llamará varona/ porque del varón ha sido<br />
tomada.»<br />
24 Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre,<br />
y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una<br />
sola carne. "Ambos estaban desnudos, el hombre y<br />
su mujer, pero no se avergonzaban.<br />
El hombre tiene ya a sus espaldas dos encuentros<br />
decisivos, el uno con Dios, el otro con el cosmos. A<br />
través del hálito de vida (2,7), de la revelación moral<br />
(el árbol de la ciencia del bien y del mal: 2,9), y del<br />
diálogo «en el jardín, a la hora de la brisa» (3,8), el<br />
hombre ha encontrado a Dios, ha descubierto la religiosidad.<br />
A través del nombre impuesto a los animales<br />
ha penetrado en los secretos de la naturaleza, ha vivi-<br />
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do la experiencia del trabajo, de la ciencia y de la técnica,<br />
ha transformado y encontrado la materia y las<br />
otras criaturas vivientes. Y, sin embargo, incluso después<br />
de estos dos encuentros exultantes, la criatura<br />
humana es, en cierto sentido, incompleta. Como dice<br />
irónicamente en una de sus novelas el escritor norteamericano<br />
Saúl Bellow, «hasta Adán, que puede hablar<br />
con Dios en persona, pide, al fin, un poco de<br />
compañía humana». El hombre, llegada la noche, se<br />
siente solo y desdichado: no tiene «una ayuda que<br />
se le acomode», en quien ver el reflejo de sus propios<br />
ojos, en quien derramar sus dolores y alegrías, con<br />
quien compartir ansias y esperanzas.<br />
Se abre, pues, una nueva etapa del «ser hombre»;<br />
sólo en este tercer encuentro, ahora con la mujer, se<br />
alcanza la hominización plena. El fondo simbólico nos<br />
describe una noche, un sueño y una visión-revelación.<br />
Conocemos la gran importancia de los sueños en la<br />
cultura oriental y el valor —más teológico que psicoanalítico—<br />
que encerraban. «Dios ha creado las medicinas<br />
para curar las enfermedades —está escrito en un<br />
papiro egipcio—, el vino para curar la tristeza, el Sol<br />
para guiar al ciego, por el camino de la vida.» A través<br />
de este extraño canal de conocimiento se pretende representar<br />
la vida de la fe, que no transita por los caminos<br />
normales de la razón. Se presenta, pues, a la mujer,<br />
con un don divino, más aún, como un signo de<br />
perfección para la criatura humana. De hecho, sólo<br />
ahora tiene el ser humano la certeza de haber alcanzado<br />
su identidad. En el v. 23 exclama literalmente:<br />
«¡Ahora sí, ésta es la solución!» El sólo existe en su<br />
identidad cuando es varón y mujer.<br />
Se describe a Dios como un constructor que, con<br />
la misma materia de que está constituido el hombre<br />
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