151-25 - Biblioteca Católica Digital
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XXIV<br />
«SE LA LLAMÓ BABEL»<br />
(Génesis 11,1-9)<br />
l Toda la tierra tenía un solo lenguaje y unas mismas<br />
palabras. 2 Pero los hombres, cuando se desplazaron<br />
desde Oriente, encontraron una llanura en la tierra<br />
de Sinar y se establecieron allí. 3 Y se dijeron unos<br />
a otros: «¡Ea! Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos al<br />
fuego.» Y el ladrillo les sirvió de piedra y el betún de<br />
argamasa. ^Dijeron después: «Vamos a edificarnos<br />
una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue hasta el<br />
cielo, y hagámonos un nombre famoso, para no ser<br />
dispersados sobre la haz de toda la tierra.» ''Bajó<br />
Yahveh a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo<br />
los hijos de los hombres, 6 y dijo Yahveh: «He<br />
aquí que todos ellos forman un solo pueblo y hablan<br />
un solo lenguaje; si éste es el comienzo de su empresa,<br />
ya nada los detendrá de cuanto han decidido hacer.<br />
7 ¡Ea! Bajemos y confundamos allí su habla, de modo<br />
que unos no comprendan el lenguaje de los otros.»<br />
8 Y de allí los dispersó Yahveh por la haz de toda la<br />
tierra, y cesaron de edificar la ciudad. ''Por eso se la<br />
llamó Babel, porque allí confundió Yahveh el habla<br />
de toda la tierra, y de allí los dispersó por la superficie de<br />
toda la tierra.<br />
200<br />
La «torre de Babel» es sin duda uno de los temas<br />
bíblicos que más poderosamente se han instalado en<br />
la imaginación popular y en la historia del arte. Recordaremos<br />
aquí tan sólo las tallas de marfil de la catedral<br />
de Salerno, acaso una de las más antiguas representaciones<br />
sobre este asunto (siglo XI), o los mosaicos de<br />
la Capilla Palatina de Palermo (1135-1145), o los de<br />
la catedral de Monreale (1182) o los del atrio de San<br />
Marcos de Venecia (siglo XIII), o las infinitas miniaturas<br />
dedicadas a este relato. Mencionaremos el fresco de<br />
Benozzo Gozzoli (1420-1498) en el Camposanto de<br />
Pisa, la tabla atribuida a H. van Eyck (siglo XV) conservada<br />
en La Haya, o la de Viena del célebre P. Bruegel<br />
(1563), que repitió el tema en otra pintura conservada<br />
en Rotterdam. Siguiendo su estela se movieron<br />
decenas de artistas flamencos. Pensemos en los numerosísimos<br />
grabados que acompañaban a las Biblias, o<br />
incluso en la película Metrópolis de F. Lang (1926),<br />
que es una evocación de la torre de Babel.<br />
Pero el vigor de esta famosa página bíblica radica<br />
sobre todo en el mensaje teológico que propone: el<br />
pecado original, ahora delineado en su dimensión «internacional»<br />
y social. Los hombres, al convertirse en<br />
pueblos y construir metrópolis, viven una experiencia<br />
extraordinaria y exultante, pero también peligrosa. El<br />
cuadro descrito en el cap. 11 constituye un paralelo<br />
antitético respecto del cap. 10: allí se celebraba la riqueza<br />
de la variedad de las culturas, de las razas, de<br />
las naciones; aquí se examina la degeneración de la<br />
humanidad en las divisiones, los exclusivismos, las<br />
tensiones raciales, los nacionalismos imperialistas. El<br />
autor yahvista ha sabido fundir sabiamente en su relato<br />
al menos cuatro hilos narrativos: una etimología popular<br />
del nombre «Babel-Babilonia», la gran capital<br />
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