151-25 - Biblioteca Católica Digital
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de todo manjar que se come, y almacénalo contigo,<br />
pues os servirá de alimento a ti y a ellos.» 22 Hízolo<br />
Noé, y lo hizo conforme a todo lo que Dios le había<br />
ordenado.<br />
Nos hallamos ante el primer gran cuadro del relato<br />
del diluvio. Tiene la misión de describir minuciosamente<br />
los momentos anteriores al cataclismo. Tras haber<br />
pintado la corrupción humana, que se dilata sobre<br />
la faz del planeta y convierte a Noé en un ser aislado,<br />
aunque también privilegiado, pues Dios dialoga con<br />
él en la intimidad, la narración se extiende en la pintoresca<br />
descripción del arca. Se la llama en hebreo tebah,<br />
vocablo que en su paralelo egipcio significa «cesta»,<br />
mientras que en acádico recuerda la barca procesional<br />
que transportaba la estatua de los dioses por los<br />
ríos hacia los diversos santuarios. Se dan de ella, con<br />
rigurosa precisión, medidas más bien exorbitantes,<br />
por no decir fantásticas (156 metros de longitud, 26 de<br />
anchura y 20 de altura) que la convertían, para aquellos<br />
tiempos, en una especie de rascacielos flotante de<br />
entre 65 y 70 000 metros cúbicos. Se describen también<br />
los pasajeros, de acuerdo con un complicado catálogo<br />
de impronta ritual: la familia de Noé y las varias<br />
parejas de animales puros e impuros, de acuerdo con<br />
las distinciones sacerdotales del antiguo Israel. Ya todos<br />
embarcados, el arca está lista para ser botada al<br />
agua, mientras que en el horizonte se acumulan nubes<br />
pesadas y oscuras.<br />
Llegados a este punto, y anticipando lo que luego<br />
sucederá y sobre lo que volveremos, querríamos proponer<br />
una meditación absolutamente peculiar, tal vez<br />
incluso original y extraña, pero indudablemente sugerente.<br />
Querríamos invitar al lector a comentar espiri-<br />
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tualmente la narración del diluvio trasladándose a Venecia,<br />
la ciudad-arca, microcosmos de seres vivientes,<br />
justo como fue el arca de Noé flotando sobre las aguas.<br />
Y a quien no pueda trasladarse a Venecia, podríamos<br />
sugerirle que recurra a algún libro sobre los mosaicos<br />
de San Marcos o que aproveche al menos la posibilidad<br />
de releer la página bíblica a partir de la evocación<br />
de aquellas escenas de oro que ahora haremos nosotros.<br />
Entre los cuatro mil metros cuadrados de los<br />
mosaicos de San Marco —una de las más bellas Biblias<br />
del mundo— algunas de sus «hojas» más fascinantes<br />
están dedicadas precisamente al diluvio. Hojeemos<br />
ahora las principales páginas bíblicas de oro que modelaron<br />
los artistas de San Marcos en el siglo XIII inspirándose<br />
en el famoso códice miniado de los siglos V-<br />
VI, llamado «Códice Cotton», que llegó a Venecia<br />
procedente de Alejandría de Egipto, tal vez con el botín<br />
de la cuarta cruzada.<br />
De pronto aparece ante nosotros Noé, tembloroso<br />
y en suspenso frente a aquella mano que rasga los cielos,<br />
pero ahora ya no para crear, sino para destruir, y<br />
frente a aquella orden misteriosa: «Fabrícate un arca<br />
de maderas resinosas... La harás así...» Medidas puntuales,<br />
modelo definido, contenido catalogado con rigor<br />
poco menos que «científico». Esta precisión, tal<br />
como la Biblia la registra, no permite las vacilaciones.<br />
Noé va inmediatamente en busca del capataz para encargarle<br />
la ejecución. Y al instante nos hallamos inmersos<br />
en el torbellino de un astillero: la escena reproduce,<br />
obviamente, un astillero marítimo de la Serenísima<br />
del siglo XIII con sus obreros que cepillan, sierran,<br />
transportan.<br />
Están ya extinguiéndose, minuto a minuto, las últimas<br />
horas del viejo mundo. Noé debe introducir en<br />
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