151-25 - Biblioteca Católica Digital
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a las téseras coloreadas, transformándolas en una obra<br />
maestra. Del libro hay que pasar a la contemplación,<br />
a la adhesión, a la decisión. En esto consiste la auténtica<br />
lectura espiritual. Brota sólo del texto, pero crece en<br />
la vida; tiene sus raíces en las palabras bíblicas, pero<br />
su árbol florece en la Palabra de Dios.<br />
Una palabra viva<br />
El miércoles 12 de septiembre de 1979, el papa<br />
Juan Pablo II iniciaba, durante la tradicional audiencia<br />
general, una lectura vigorosa y sistemática de los<br />
tres primeros capítulos del Génesis, un texto clásico de<br />
la teología judía y cristiana de todos los tiempos. En<br />
ellos, declaraba el papa, «encontramos el núcleo de<br />
casi todos los elementos del análisis del hombre a los<br />
que es sensible la antropología filosófica contemporánea».<br />
Aquella lectura inicial se ramificó más tarde en<br />
una larga serie de intervenciones, reanudadas de nuevo<br />
desde enero a agosto de 1986: a veces aparecen en<br />
ellas intuiciones luminosas, otras se extienden en análisis<br />
complejos, en ocasiones han suscitado reacciones<br />
sorprendentes también en áreas ajenas a los intereses<br />
teológicos. Pero, de todas formas, ha puesto de relieve<br />
la actualidad y la fuerza provocadora de este gran fresco<br />
sobre el hombre y sobre el sentido del ser que la Biblia<br />
ha trazado justamente en su primera página. Una<br />
palabra viva, pues, también para nuestros días.<br />
Juan Pablo II ha vuelto a proponer, aunque sea a<br />
nivel pastoral y existencial, una de las conquistas fundamentales<br />
de la exégesis moderna: en el centro de la<br />
narración formada a base de las tradiciones aparentemente<br />
históricas Yahvista y Sacerdotal no hay tanto un<br />
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exótico acontecimiento vivido por un solo individuo<br />
del remoto pasado, cuanto más bien nuestra propia<br />
historia. En efecto, el protagonista del texto hebreo es<br />
ha-'adam, es decir, la humanidad por excelencia,<br />
como se subraya en una nota del primer discurso pontificio.<br />
La ciencia bíblica de los últimos años había<br />
situado precisamente la sección de los primeros capítulos<br />
del Génesis bajo la definición de «género sapiencial»,<br />
es decir, bajo aquella particular perspectiva filosófico-teológica<br />
de la Biblia que pretende descifrar el<br />
sentido del ser y de la existencia. He aquí las palabras<br />
del papa a este propósito: «El plano de la narración<br />
tiene sobre todo carácter teológico y encierra en sí una<br />
potente carga metafísica.» Así, pues, el texto, más que<br />
una cosmología destinada a formular una respuesta a<br />
la hipotética pregunta acerca de qué sucedió realmente<br />
en los orígenes del cosmos y del hombre, ha sido<br />
propuesto para responder a la pregunta de qué sentido<br />
tiene el hombre en el cosmos.<br />
Como ya se ha dicho, el autor inspirado ha llevado<br />
a cabo esta búsqueda utilizando un bagaje de símbolos,<br />
de ideas e incluso de mitos orientales, oportunamente<br />
purificados. Se ha servido, además, del método<br />
de la antes citada «etiología» que, a partir de un presente<br />
sentido y vivido, intenta ascender «genealógicamente»<br />
hasta llegar al descubrimiento de las raíces, de<br />
las causas originales. Efectúa asimismo su investigación<br />
mediante el enfrentamiento con la reflexión precedente<br />
o paralela de las culturas del entorno de Israel:<br />
la literatura y la arqueología siguen demostrando la<br />
falsedad de la tesis de un Israel encerrado «en un sublime<br />
y espléndido aislamiento» defendida a finales del<br />
siglo pasado por uno de los máximos exponentes de la<br />
ciencia bíblica alemana, J. Wellhausen. También el<br />
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