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151-25 - Biblioteca Católica Digital

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En la tradición Yahvista sobresalen las narraciones,<br />

mientras que en la Sacerdotal el elemento predominante<br />

son las genealogías. Estas últimas son un modo<br />

característico de narrar historia propio de las tribus nómadas,<br />

a partir de la descendencia de un fundador o<br />

primer antepasado ideal. Tratándose de la humanidad<br />

entera, este primer antepasado no puede ser, obviamente,<br />

otro que Adán, el «hombre» por excelencia.<br />

Este procedimiento implica, además, un intento por<br />

describir y explicar los orígenes y, por ende, el sentido<br />

de una realidad. Nos hallamos ante lo que con vocablo<br />

técnico se denomina etiología, es decir, «búsqueda de<br />

las causas», retorno a las raíces de las cosas y a su significación<br />

profunda y misteriosa.<br />

Las narraciones de la tradición Yah vista aparecen,<br />

en cambio, distribuidas en escenas, todas ellas presididas<br />

por un tema único, el binomio pecado-castigo. Es<br />

fundamental, sin género de dudas, la magnífica escena<br />

de apertura, universalmente conocida bajo la denominación<br />

de «historia del pecado original» (Gen 2-3).<br />

Dios ha trazado en su creación un proyecto de armonía.<br />

Un proyecto en cuya realización querría incluir a<br />

Adán —es decir, al hombre— y al mundo (los animales<br />

a quienes Adán «puso nombre» son el símbolo de<br />

la ciencia, de la técnica y de la civilización que el hombre<br />

desarrolla y controla), armonía entre el hombre y<br />

sus semejantes encarnada en la relación de amor del<br />

matrimonio, considerado como el prototipo de toda<br />

relación humana, armonía entre el hombre y Dios,<br />

que «a la hora de la brisa se paseaba por el jardín» y<br />

dialogaba, al estilo de los soberanos orientales, con su<br />

criatura más noble y más querida.<br />

Pero a este cuadro de luces se contrapone el Gen 3:<br />

el hombre quiere prescindir del proyecto que Dios<br />

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le ha propuesto, quiere realizar un proyecto alternativo.<br />

Esta actitud será más tarde definida, con una frase<br />

sencilla pero dramática, el pecado original, radical,<br />

entretejido en la realidad de todos y cada uno de los<br />

hombres. El cuadro es ahora sombrío, se han roto las<br />

armonías anteriores. El hombre, abandonado al destino<br />

que él mismo se ha elegido, se aliena en un trabajo<br />

sin atractivo que es causa de explotación, considera a<br />

la mujer como objeto de su placer, es alejado del «jardín»<br />

del diálogo con su Dios, a quien ahora siente lejano<br />

y hostil.<br />

Es también significativa la historia tribal de Abel<br />

y Caín (4,3-16), historia de una relación entre dos tipos<br />

de cultura (la agrícola y la pastoril) destruida por<br />

la violencia. Caín es el emblema de las fracturas sociales,<br />

de los odios y los homicidios que se derivan de<br />

ellas. Las relaciones entre los hombres son siempre relaciones<br />

entre hermanos: todo homicidio es un fratricidio.<br />

Es también depuradísima la historia del ziggurat<br />

o «torre de Babel», símbolo de la superpotencia<br />

político-religiosa mesopotámica, que ambiciona subyugar<br />

toda la tierra bajo la sombra de su imperialismo.<br />

Dios es contrario a los hegemonismos y los castiga con<br />

una atomización que no es sólo étnico-política y cultural,<br />

sino que tiene también implicaciones negativas<br />

porque imposibilita la colaboración internacional.<br />

Interesa advertir también que esta tradición (y la<br />

paralela Sacerdotal) utiliza, para su reflexión más bien<br />

pesimista sobre las relaciones entre hombre y creación,<br />

entre hombre y mujer, sobre las tensiones sociales y las<br />

grandes catástrofes naturales (el diluvio), o sobre las<br />

relaciones internacionales, materiales mitológicos, es<br />

decir, meditaciones que se han desarrollado en el ámbito<br />

de la cultura del llamado «Creciente Fértil», en el<br />

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