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151-25 - Biblioteca Católica Digital

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cesita machacar al hombre para salvarse él. Ésta era la<br />

actitud de los amigos de Job, fríos intérpretes de una<br />

mentalidad espiritual esclerotizada, aferrada a sus recetas<br />

preconfeccionadas, incapaz de captar la lacerante<br />

verdad del drama de quien sufre y se desespera.<br />

Pero, por otro lado, el mal y el dolor continúan<br />

gritando con todas sus fuerzas contra la mente y la fe<br />

del hombre. En este punto, el autor del libro de Job<br />

abriga la total seguridad de que incluso en el misterio<br />

existe una «racionalidad»; sólo que es de un orden superior<br />

y totalizante y pertenece al proyecto de Dios,<br />

cuyos caminos no coinciden con los nuestros. Esta racionalidad<br />

trascendente logra situar en un plano salvífico<br />

también aquello que para el hombre parece salirse<br />

de todo plano y proyecto. Job, como todos los creyentes,<br />

se halla a un mismo tiempo inclinado hacia la desesperación<br />

y la blasfemia a la que le conduce «lógicamente»<br />

su inteligencia y hacia la esperanza y las<br />

alabanzas a que le lleva su auténtica fe. Y no alcanza<br />

la paz en la solución orgánica y racional del misterio<br />

del mal y del sufrimiento sino en la experiencia directa<br />

de la fe y de la adhesión al verdadero rostro de Dios,<br />

Señor y salvador trascendente: «Tan sólo de oídas te<br />

conocía yo, pero ahora mis ojos te ven» (42,5).<br />

Es cierto que el sufrimiento humano recibirá una<br />

nueva luz cuando se someta a él también Cristo, que<br />

experimentará toda la gama del dolor y de la muerte,<br />

es decir, de la limitación física y metafísica del ser humano.<br />

Sólo pasando a través de esta galería oscura del<br />

mal, algo «imposible» para Dios, se hará Cristo verdaderamente<br />

«uno de nosotros». Pero él es el Hijo, y<br />

puede fecundar, liberar, salvar, redimir y abrir para la<br />

infinitud y la eternidad este trágico bagaje de la criatura,<br />

este amasijo de misterio y de oscuridad. Sobre<br />

162<br />

esta espera de la redención, vivida a través de la fe, se<br />

libra la batalla cotidiana del sufrimiento, con la certeza<br />

de que el proyecto misterioso de Dios no desemboca<br />

en la nada, en la insensatez, la destrucción y la aniquilación,<br />

sino en la resurrección y en la vida plena,<br />

porque él «enjugará toda lágrima de sus ojos (de los<br />

hombres) y la muerte ya no existirá, ni llanto ni lamentos<br />

ni trabajos» (Ap 21,4).<br />

Reconocida esta dimensión misteriosa del dolor y<br />

de la tragedia, el autor del Génesis nos lleva de nuevo<br />

a lo que es su tema constante y el hilo conductor de<br />

la reflexión de los primeros once capítulos. El hecho<br />

de que en el sufrimiento de la humanidad existan amplios<br />

espacios que escapan a la racionalidad no excluye<br />

que haya otros espacios, no menos inmensos, en los que<br />

las razones explicativas son evidentes. Estas razones<br />

nos remiten al pecado del hombre, a sus injusticias, a<br />

los sufrimientos que inflige a los otros, al desquiciamiento<br />

que lleva a cabo respecto de la armonía cósmica<br />

y social. Este es el continuo examen de conciencia<br />

a que nos fuerzan algunas páginas, cuya finalidad<br />

principal es hacernos volver los ojos al interior de la<br />

historia, renunciando a la excusa de mirar sólo al cielo.<br />

Dado el sesgo particular de la narración del diluvio,<br />

en el que se ven envueltos la estructura del suelo,<br />

el régimen de lluvias, la planificación del terreno, el<br />

pensamiento puede dirigirse hacia aquel pecado concreto<br />

contra la naturaleza que es el desprecio de los<br />

equilibrios cósmicos. Ciertas inundaciones, ciertos desastres<br />

ecológicos, ciertas catástrofes con su cortejo de<br />

víctimas y de dolores, no nacen porque «Dios hace llover<br />

sobre la tierra», sino porque el hombre no ha sabido<br />

vivir respetando la armonía de la naturaleza, sino<br />

que se ha arrojado sobre ella como un tirano devasta-<br />

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