29.07.2013 Views

151-25 - Biblioteca Católica Digital

151-25 - Biblioteca Católica Digital

151-25 - Biblioteca Católica Digital

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

vano busca el homicida sustraerse a aquella mirada<br />

inexorable. En realidad, es siempre inminente porque<br />

no es exterior al hombre, sino que está instalada<br />

en su misma conciencia. Cari G. Jung, que es, junto<br />

con Freud, el padre del moderno psicoanálisis, había<br />

mandado inscribir este epígrafe en su casa de Küsnach,<br />

cerca de Zurich, donde moriría el año 1961:<br />

Vocatus atque non vocatus, Deus aderit, lo llames o<br />

no, aunque le ignores o le rechaces, Dios siempre<br />

está presente. Este es también el destino de Caín,<br />

que en vano quiere sustraerse a aquella mirada y a<br />

aquella terrible pregunta: «¿Dónde está tu hermano<br />

Abel?» Seguiremos ahora la narración bíblica, modelada<br />

según un esquema procesal que ya hemos advertido<br />

en la anterior reflexión, intentando individualizar<br />

todas las fases. Al crimen sigue ahora el castigo.<br />

Dios entra en escena con un interrogatorio que,<br />

en su punto culminante, contiene una acusación firme<br />

y precisa (v. 9-10). El pecador se hace la ilusión<br />

de sustraerse al ojo de Dios y, frente a la ardiente<br />

pregunta sobre el crimen, intenta incluso reaccionar<br />

con arrogancia: «¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?»<br />

Un exegeta ha definido esta respuesta como<br />

«una chocarrería insolente». Hay también, tal vez, indicios<br />

de un miedo sutil que intenta camuflarse bajo<br />

la petulancia, como a menudo ocurre. Acaso se trata<br />

del recurso implícito a la indiferencia, a la superficialidad,<br />

a la mentira, a los cómodos pretextos para evitar<br />

el clamor de la conciencia, para reducir al silencio<br />

los remordimientos que empiezan a atenazar el corazón.<br />

O tal vez nos hallamos ante la conducta de<br />

cuantos intentan declinar toda responsabilidad y procuran<br />

evitar las consecuencias de sus actos. Pero sigue<br />

resonando la terrible pregunta judiciaria de Dios:<br />

124<br />

«¿Qué has hecho?» Con esta frase se interpela oficialmente<br />

al acusado en los procesos del Antiguo Oriente.<br />

Es también la frase que los profetas lanzan, en<br />

nombre de Dios, contra el Israel prevaricador: «¿Qué<br />

has hecho, pueblo mío...?»<br />

Pero he aquí la acusación neta y puntual, que no<br />

admite escapatorias ni bromas hipócritas de protección<br />

y defensa. La sangre de Abel habla, clama la<br />

muerte de los inocentes, el grito de los oprimidos<br />

sube hasta Dios. En la antigua praxis de Israel se debía<br />

cubrir con arena la sangre derramada en un delito,<br />

porque se pensaba que clamaba venganza al cielo.<br />

Ezequiel recuerda que la arrogancia de Jerusalén había<br />

llegado al extremo de dejar «al desnudo» sobre la<br />

tierra la sangre de las víctimas, permitiendo que «gritase»<br />

a Dios, con la seguridad de que Yahveh permanecería<br />

indiferente. «Porque la sangre está dentro de<br />

ella, sobre una roca desnuda la puso sin derramarla<br />

en tierra, para que la cubriera el polvo. Para provocar<br />

mi ira, para tomar venganza, puse su sangre sobre<br />

roca desnuda que no pueda cubrirse» (24,7-8). Este<br />

es el drama que todavía hoy se repite cuantas veces<br />

estallan guerras, venganzas, opresiones, estragos, violencias:<br />

se dejan sobre la haz de la tierra cadáveres<br />

que condenan al homicida, incluso aunque los magistrados<br />

no consigan nunca o no quieran descubrir<br />

a los culpables. Porque la condena ha sido ya pronunciada<br />

por el mismo Dios.<br />

Y la condena está ya a punto, también para Caín.<br />

Se halla formulada en los v. 11-12, que siguen el esquema<br />

de las maldiciones divinas eficaces: En el cap. 3<br />

no se maldecía a la mujer ni al hombre, sino sólo<br />

a la serpiente y a la tierra. Ahora, en cambio, es el<br />

hombre mismo, el asesino, el que es alcanzado por<br />

1<strong>25</strong>

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!